A Fernando Savater

Te preguntas en tu artículo titulado Conversión imperfecta si aún hay salvación para ti, reo como eres de una abjuración insuficiente del felipismo, y debo decirte categóricamente que no te hagas ilusiones: estás irremisiblemente condenado. A lo más que puedes aspirar, si a partir de ahora te recoges en piadosa actitud y te limitas a firmar manifiestos como el de los GAL, es a un puesto de ordenanza junto a una de las calderas en que nos iremos chamuscando célula a célula no sólo los felipistas por resignación, los selectivos, los acongojados por temor de cosas peores, los escépticos, los tibios, sino también los laicos lectores de este periódico. Y ahí está tu perdición, amigo Fernando: has colaborado y de forma destacada en la hoja parroquial del felipismo, y ni siquiera hay noticias de que alguna. vez te hayan censurado un párrafo medianamente subversivo. Así no se puede aspirar a la mejor vida que se nos viene encima.Sacúdete, pues, la ceniza de tu cabeza, así como tus ingenuas esperanzas -que eran las mías- en el mal menor de una izquierda razonable que al final nos habrá resultado demasiado estatalmente razonable. Me temo que lo, único que nos queda sea orar (por qué no, tú mismo has abierto la veda) para que el pensil que se nos viene encima no sea tan florido como antes, aunque el jardín de tertulias que solaza

nuestros despertares no hace concebir demasiadas ilusiones. De todas maneras, quizá un ostentoso dolor de contrición (una procesión mortificante tipo Regenta, descalzo y con corona de espinas) y una adecuada penitencia puedan ayudarte. Trata de escuchar los informativos matutino-temerarios de Antonio Herrero, los chispazos sulfurosos de Raúl del Pozo, lee la metafísica abeceística de Jaime Capmany, pide elecciones ya, escribe por las paredes: "Váyase, señor González" con grandes signos admirativos, ahueca la voz y postula una nueva moralización pública tipo Newt Gingrich... No sé, haz algo, igual cuela, aunque lo tienes crudo.-