La Guardia Civil de Las Rozas
Leí con mucho interés la noticia aparecida en esta sección el día 5 sobre las acusaciones de torturas que lanzan dos jóvenes que fueron detenidos por la Guardia Civil de Las Rozas. Personalmente, como objetor de conciencia y antimilitarista en sentido amplio, soy muy sensible a la violencia institucional. Además, como residente en EE UU desde hace 12 años (si bien paso cuatro meses cada año con mi familia en el pueblo de Guadarrama), soy particularmente sensible a la (extrema) dureza policial que caracteriza a la policía de Los Ángeles, donde yo resido. Una vez aclarado esto, me gustaría hacer algunas observaciones.Llaman la atención las acusaciones concretas que hacen los dos jóvenes de Las Rozas: los guardias les desnudaron para registrarles (práctica habitual), les llamaron "gallitos" al tiempo que les recriminaban su chulería, eructaron desde el pasillo, les sugirieron que contaran "los pelos del Rey" (en un retrato) si se aburrían, se rieron de la respuesta de uno de ellos (al decir que no tenía frío), y un encapuchado le golpeó a uno de ellos en la cara. Ninguna de estas acusaiones ha sido probada, y todas han sido negadas por la Guardia Civil de Las Rozas. Para cualquiera que tenga noción de lo que es tortura, la única acusación seria es la del golpe en la cara. Pero incluso esa acusación, y por supuesto todas las demás, son dadas a todo tipo de interpretaciones. Es significativo que no se explique cómo fue el golpe en la cara, que, si es que se produjo, pudo haber ido de lo puramente casual e inintencionado a lo intencionado y cruel. Lo que sí sabemos es que los dos jóvenes fueron sacados del supermercado por un vigilante, y que, según el gerente del supermercado, a la Guardia Civil se la veía "asustada", no precisamente agresiva.
Quienes vivimos en esta zona de la provincia de Madrid estamos sometidos al. gamberrismo cruel y casi continuo de gente muy joven que avasalla y ataca a personas de edad avanzada, enfermos o simplemente a personas que se ganan la vida trabajando duramente, no permitiéndoles conciliar el sueño y de otras muchas maneras. Y en honor a la verdad, y con la máxima honradez, he de decir que la Guardia Civil se ha convertido en el último recurso que nos queda en estos pueblos para protegernos de un gamberrismo tácitamente tolerado por los Ayuntamientos en muchos casos. También en honor a la verdad, tengo que decir, que en los encuentros ocasionales que he tenido con la Guardia Civil en los últimos años me han parecido extremadamente -casi podría decir "exquisitamente"-profesionales y amables. Dar la proyección que se está dando a estas "acusaciones de tortura" no contribuye a tener unos guardias más profesionales, sino a envalentonar a gamberros. También hace que las acusaciones de auténticas torturas, cuando éstas se produzcan en algún cuerpo de la seguridad del Estado, sean miradas con escepticismo.-
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