_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fronteras culturales

Emilio Lamo de Espinosa

El Consejo de Estado francés ha declarado que el uso del chador en las escuelas es conforme con el principio de laicidad siempre que ello no conlleve intención proselitista. Vaya por Dios. Es como decir que se puede llevar un rosario en la mano, pero no rezarlo. Pero detrás de esta anécdota se esconden cuestiones extremadamente serias.El mundo se está volviendo multicultural. Siempre lo ha sido, pero con serias (si bien no siempre nítidas) fronteras entre las diversas culturas. El problema es la transformación de esas fronteras de externas en internas, la progresiva emergencia de más y más espacios sociales (sobre todo urbanos) de convivencia cotidiana de gentes pertenecientes a culturas variadas. Se piensa que la emigración es la causa de este nuevo melting-pot y se piensa todo ello a través del modelo americano. Todo ello es falso.

Para empezar -y como señala el informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)-, "la persecución racial es una de las principales causas de que los refugiados huyan... Irónicamente, esos mismos flujos de refugiados se citan como una de las causas de las nuevas tendencias xenófobas". No confundamos la causa con el efecto. No estamos ante una nueva Völkerwanderug que ahogue la convivencia de los países ricos. En la Unión Europea, los emigrantes no superan el 2,5% de la población, y el país que más tiene (Alemania) no llega al 6%. Estamos ante el viejo racismo de siempre que ha encontrado un fantasma con que movilizar a una clase baja marginada y políticamente desorientada en este desorientado fin de milenio.

Por lo demás, se olvidan los numerosos contextos de convivencia social multicultural que nada tienen que ver con la emigración: espacios de tránsito de personas, de trabajo, de educación y aprendizaje, de espectáculo o esparcimiento y, por supuesto, espacios turísticos. En empresas, ferias, congresos, hoteles, aeropuertos, universidades y un largo etcétera, la convivencia multicultural empieza a ser más y más frecuente.

Pero además, no estamos ante un nuevo melting-pot (ello suponiendo que EE UU lo haya sido alguna vez), no hay aculturación, absorción o integración, sino), al contrario, un proceso de afirmación de la diversidad. La descolonización permitió una primera autoafirmación de las antiguas poblaciones de "primitivos", hasta entonces descolocadas frente a la civilización occidental. Pero la guerra fríales implicó de nuevo en el gran cisma de Occidente. La caída del muro de Berlín y, por supuesto, el creciente poder económico no occidental, ha desvinculado a esas poblaciones del paraguas cultural occidental y ahora aceptan la ciencia y la técnica (lenguaje puramente denotativo y universal) y la música y el arte (lenguaje puramente connotativo y universal), pero rechazan el resto. Las culturas -en plural- han acabado ganando la partida a "la" civilización, siempre única, siempre etnocéntrica; Montesquieu y el Zeitgeist ceden ante el Volkgeist y el realismo romántico de Herder, que vuelve a ponerse de moda.

Huntington no anda descaminado, pero el problema no está fuera, sino dentro, el problema es cómo organizar la convivencia en un barrio, unas oficinas, una escuela o una universidad, la cola de un cine o una sala de baile, de un puritano, un cristiano-romano practicante, un sintoísta, un hindú, un nativista y un largo etcétera de tipos, no ya religiosos, sino humanos. Pues entre el velo de las muchachas parisienses y la quema semanal de algún turco en Alemania media todo un abismo de intolerancia y de problemas. Algunos son ya conocidos: la ablación de clítoris, delito de lesiones cuando se comete sobre una menor; pero, ¿y si es una adulta que con siente? ¿Y qué decir de la. circuncisión de los jóvenes judíos? ¿Y por qué el velo puede estar mal y no llevar colgado al cuello a un crucificado, símbolo lógicamente sorprendente en culturas no occidentales? Otros ejemplos: la poligamia con sentida, el arreglo de la boda de los hijos/as, el día semanal festivo, todos los ritos de pureza/ impureza.

Lo cierto es que nos cuesta pensar la diversidad y más aún aceptarla. Ésa es la causa de la actual etnización de la política; simplifica. Pero puede: que el pluralismo sea la nueva forma del universalismo salismo sin uniformidad. Como ha preguntado Charles Taylor, ¿puede el universalismo ser indiferente a la diversidad? Esta es la nueva frontera, la nueva vanguardia de la cultura occidental: las fronteras internas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_