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Padres e hijos

En las recientes elecciones a consejos escolares de centros educativos parece que se ha podido constatar la escasa participación de los padres, tanto en la presentación de candidaturas como a la hora de emitir el voto. Un presidente de Asociación de Padres de Alumnos, Santiago Pérez, opina que el fenómeno puede obedecer a que "una parte del profesorado ha visto la intervención de los padres de alumnos en los consejos como una injerencia o intromisión en su estatuto profesional" (EL PAÍS, Educación, 6-12-1994).Estando de acuerdo con las opiniones del representante de los padres, como educadores podemos añadir que cuando la participación se basa en la colaboración, no hay lugar para el recelo del profesorado. En el centro San Alberto Magno, que es una cooperativa de profesores, de las que sólo en Madrid hay un centenar, hemos requerido a los padres de alumnos para un tema muy concreto de educación: demostrar que el diálogo entre padres e hijos era posible.

En una mesa redonda hemos reunido a padres y alumnos de 7º de EGB (1º de Secundaria, 12 años). Era una actividad dirigida por el tutor y moderada por el psicólogo-orientador del centro. En la mesa, seis alunmos y seis padres. En el público, el resto de los padres y alumnos del grupo-clase. Las preguntas se iban sucediendo alternativa mente. A una pregunta de los alumnos, respondían cada uno de los seis padres, alternando con otra pregunta de éstos a la que respondían también cada uno de los alumnos de la mesa. Las preguntas de los chicos las habíamos preparado en clase, pero aquello no era ningún teatro, no estaban representando ningún papel aprendido, eran preguntas realmente sentidas sobre unos temas que de verdad preocupaban a los chicos y a las chicas. Así se lo hizo ver a todos el tutor al inicio de la actividad, cuyo título era Actitudes para el diálogo. Los padres, acostumbrados a la típica conferencia-coloquio, descubrieron que aquello era algo diferente. Eran los propios hijos los que hablaban a los padres y viceversa.

Éstas fueron algunas de las preguntas de los alumnos: ¿Por qué pagáis con nosotros los problemas de vuestro trabajo? ¿Por qué os preocupan tanto nuestras amistades? ¿Por qué no nos habláis de los temas de la vida? ¿Por qué tanta protección, que nos priva de libertad? Los padres también expusieron sus preocupaciones, como era, por ejemplo, el que casi nunca contaban con ellos para sus problemas afectivos. Otros temas salieron en el turno del público, como el de una alumna que se lamentaba de que cuando llegaba tarde a casa siempre pensaban en lo malo. Alguna madre reconoció falta de autocrítica en la sobre protección, en no respetar la intimidad y el propio mundo de los hijos y el excesivo poder que se ejerce sobre ellos. Y no faltó la madre sorprendida al oír a su hija decir que tuvo que enterarse de "las cosas de la vida" por las amigas mayores. También uno de los padres se justificó desde la mesa que a ser padres siempre estaremos aprendiendo.

Pero lo de menos eran los temas que iban saliendo, que fueron muchos más de los que señalamos. Lo realmente importante era la actitud de diálogo, que aquel día estábamos creando, porque los protagonistas descubrían por sí mismos que la comunicación era posible. La experiencia se realizó también en 20 de BUP (40 de Secundaria, 15 años) con los mismos resultados. Esperamos haber contribuido a desarrollar la capacidad de diálogo entre jóvenes y adultos como un valor educativo y a la vez implicar a los padres de los alumnos en el proyecto educativo de los centros.

es sociólogo y profesor en el colegio San Alberto Magno, Sociedad Cooperativa, de Madrid.

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