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Santer no modificará su Comisión pese a las quejas de la Eurocámara

Xavier Vidal-Folch

La espada de Damocles de una crisis institucional amenaza a la Unión Europea. El presidente entrante de la Comisión, Jacques Santer, pronunciará mañana ante el Parlamento Europeo (PE) el discurso de investidura de su equipo colegial, que será votado el miércoles. Su intención es no realizar concesiones de bulto a las peticiones de la Eurocámara, que desaprobó a cinco de los 20 comisarios en las audiciones individuales.

El envite es el tercero al que se somete el nuevo presidente de la Comisión Europea tras su propia investidura el pasado julio, que consiguió por los pelos, y el reparto de carteras en octubre, que le hizo enfrentarse al poderoso Leon Brittan.La sesión se promete polémica. "Si Jacques Santer no hace concesiones, el voto será muy justo e imprevisible", indican fuentes del Parlamento Europeo, "pero si las hace tampoco conseguirá un apoyo aplastante". "El presidente excluye cualquier cambio en el esquema general de la Comisión y en el reparto de carteras manifestó a este diario un alto cargo muy próximo a Santer.

La mayoría requerida es simple: la mitad de los votos expresados más uno. El número actual de europarlamentarios, tras la adhesión de Austria, Finlandia y Suecia, es de 626.

El problema es que las comisiones del Parlamento que han examinado a los miembros de la nueva Comisión Europea no sólo emitieron reservas sobre cinco de ellos, sino que propusieron cambios de calado en el esquema general y el reparto de competencias de la Comisión.

El más importante es la creación de una cartera de Cooperación al Desarrollo. La comisión parlamentaria presidida por el fundador de Médicos sin Fronteras, Bernard Kouchner, "rechaza categóricamente" la desaparición de ésa cartera en el equipo de Jacques Santer. "Es de temer que no se pueda llevar una política de desarrollo digna de ese nombre", remató el presidente del Parlamento Europeo, Klaus Hänsch.

Relaciones exteriores

Justo el planteamiento contrario del Ejecutivo, que ha dividido las relaciones exteriores en cuatro grandes áreas regionales a cargo de cuatro comisarios (Manuel Marín, Leon Brittan, Hans Van den Broek y Joâo de Deus Pinheiro) de los que dependerán todos los instrumentos políticos y económicos en cada zona, también la ayuda al desarrollo, para evitar el caos anterior en que el comisario político chocaba con el económico. Esta fue, en octubre, la principal polémica a la hora del reparto de carteras, que concluyó con la puesta en minoría del británico Leon Brittan. Reabrirla equivale a arriesgar una reedición de aquella crisis.

La otra gran propuesta es atribuir la responsabilidad de Igualdad de Oportunidades a un comisario distinto del designado para esta cartera, Padraig Flynn (Asuntos Sociales), a quien un parlamentario le recordó que quien vele por la igualdad hombre-mujer no puede ser el mismo que "le dijo a la presidenta de su República [Irlanda] que haría mejor en ocuparse de sus hijos".

Flynn no tenía especial pasión por el tema y le bastaba la cartera de Trabajo, pero la dureza de la crítica ha convertido su resistencia en una cuestión de honor. "El Parlamento Europeo ha desbordado el espíritu con que fueron concebidas las audiciones, como un intercambio, para convertirlas casi en una investidura individual", indican en la nueva Comisión, "pero Jacques Santer tratará de establecer buenas relaciones".

Estas pueden venir sobre todo de algunos "gestos, más que concesiones", recordando la colegialidad de la Comisión -para evitar el fuego graneado sobre los comisarios más criticados-, y una actitud de diálogo sobre el Código de Conducta que el Parlamento Europeo propone a la Comisión.

Este código es un intento de la Eurocámara de aumentar su peso legislativo a costa del de la Comisión, haciendo que sus enmiendas en segunda lectura (en los llamados procedimientos de codecisión y cooperación) sean vinculantes.

El Ejecutivo podría asumir que en la práctica ésa fuera la norma, pero guardándose sus poderes para casos excepcionales. La concesión sería más bien de tipo moral, porque la excepcionalidad sería determinada por la propia Comisión.

Sea como sea, las sesiones parlamentarias de mañana y pasado -que la Comisión de Santer preparará esta tarde- se prometen movidas. El grupo de los Verdes ya ha prometido su voto contrario.

El presidente del Partido Popular Europeo, Wilfried Maertens, ha aprovechado el fin de semana para presionar a Jacques Santer. Y se olfatea el caos de fiesta mayor en el que suele palpitar la Eurocámara: mientras los laboristas británicos han prometido su voto a Santer, la presidenta de los parlamentarios socialistas, la también laborista Pauline Green, ha augurado que "será difícil" aprobar la investidura de la nueva Comisión. Lo peor de este pequeño carnaval es que podría desembocar en una crisis institucional.

Lo segundo peor es que los daneses han encabezado una cruzada corporativa nórdica ante el rechazo parlamentario a sus nuevos comisarios. El ex pri mer ministro danés y eurodiputado Poul Schlüter acusa a algunos de sus colegas de tener "complejo de inferioridad". Y Bjerregaard ha disfrazado su tropezón en la Eurocámara -reconoció que no se había estudiado sus papeles- escudándose en que "tenemos una tradición nórdica de responder sí o no; si no podemos prometer más poderes al Parlamento, lo decimos".

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