Los organismos culturales de EE UU rechazan los recortes que prepara la mayoría republicana
Los proyectos de los congresistas, calificados de ofensiva contra las vanguardias
La nueva mayoría republicana que domina el Congreso de Estados Unidos declara la guerra a la cultura financiada con el dinero público. La alarma ha sonado para directores de museos e instituciones culturales, que se están movilizando para convencer a los legisladores de que el arte cuesta poco y da mucho. Los sectores artísticos se organizan para contrarrestar la ofensiva de un Congreso hostil que no tiene en cuenta las mínimas cantidades que los presupuestos dedican a la cultura, sino que hace de la subvención pública una cuestión de principios. Todo hace pensar que 1995 será un año de duros combates legislativos en tomo al papel y a la financiación de la cultura y el arte en EE UU.
Newt Gingrich, presidente de la Camara de Representantes y centro indiscutido de la escena política norteamericana, no puede ser acusado de traidor, porque ha avisado con frecuencia de sus opiniones e intenciones sobre el asunto: "La cuestión es ser prácticos. Las artes son más libres y más capaces de conseguir sus objetivos cuando dependen de la iniciativa privada en lugar de estar controladas por la burocracia y el Gobierno".Las ayudas y becas para exposiciones y manifestaciones artísticas supusieron el año pasado unas aportaciones de fondos públicos por valor de 16,7 millones de dólares (21.710 millones de pesetas). La cantidad es ridícula y se encuentra muy por debajo de lo que los países europeos dedican a la cultura. En grandes instituciones, como el Linco1n Center de Nueva York, es inferior al 1% de su presupuesto, 340 millones de dólares, más del doble del dinero que maneja el National Endownient for the Arts (NEA), la institución que reparte los 167 millones de dólares de los fondos públicos. Las aportaciones privadas a la cultura en EE UU ascienden a 9.000 millones de dólares.
66 centavos anuales
A pesar de todo, hasta la menor cantidad es una ayuda, reconoce Nathan Leventhal, presidente del Lincoln Center, que aporta datos que deberían llevar a la reflexión:, "La contribución del dinero público a las artes y la cultura supone un gasto de 66 centavos anuales por cada norteamericano. En este país gastamos más en bandas militares que en actividades artísticas".
El mensaje de Gingrich tiene una excusa económica, pero su motivación es ideológica y podría encontrar respaldo en una sociedad predispuesta en contra de productos culturales con apariencia de estar dirigidos a minorías vanguardistas. Algunos casos de escándalos sobre becas dadas a artistas cuyo trabajo podría considerarse ofensivo para sensibilidades religiosas o morales han cimentado la animosidad del norteamericano medio contra las subvenciones.
Para eliminar esta impresión se acaban de reunir en Washington representantes de medio centenar de grupos e instituciones, que han puesto en marcha una estrategia para convencer a los congresistas de que el apoyo a la cultura y a las artes supone cantidades ridículas, en comparación con los beneficios que proporciona. Bob Lynch, presidente de la Asamblea Nacional de Instituciones Artísticas, ofrece estas cifras: "La industria artística mueve 37.000 millones de dólares, proporciona empleo a 1.300.000 personas y genera ingresos fiscales de 3.400 millones de dólares".
Otro de los grupos que lucha para que no haya recortes en las subvenciones culturales, la Alianza de las Aries, ha organizado una línea telefónica para recoger dinero con el que hacer llegar a los legisladores y a la sociedad los diversos argumentos: "Si no se alza el telón, los perjudicados son los taxis y los restaurantes y las imprentas", declara Judy Golub, su directora, a The New York Times.
Hasta el momento, la guerra se mantiene en el plano de las intenciones y las declaraciones, pero las perspectivas son sombrías. En el Contrato con América, la bandera bajo la que los republicanos arrollaron a los demócratas en las elecciones del pasado 8 de noviembre, no se especifica nada sobre los fondos públicos y la cultura, pero Newt Gingrich ha repetido en varias ocasiones su deseo de "privatizar" la organización que distribuye esos fondos. Otros congresistas creen que deben anularse sus funciones a nivel federal -para eliminar de paso el dinero que recibe de Washington- y trasladarlas a los estados.
La campaña contra el uso del dinero público para actividades culturales ha encontrado también respaldo en los medios de comunicación. Sin mencionar al comentarista radiofónico de extrema derecha Russ Limbaugh, cuyas soflamas convierten en moderado a Newt Gingrich, un columnista como Charles Krauthammer ha escrito en The Washington Post que el desmantelamiento del National Endowment for the Arts es una tarea prioritaria en los tres primeros meses de trabajo del nuevo Congreso, para eliminar "los cheques de beneficencia para los escritores de las clases intelectuales".
Dinero para los amigos
Newt Gingrich cree que la subvención de las actividades culturales y de la radio y la televisión públicas "se traga el dinero de los contribuyentes" y que las personas que están al frente de organismos e instituciones dedicadas a manejar esos fondos pertenecen "a las clases privilegiadas". "Es toy a favor del Ballet de Atlanta, del Metropolitan, se guramente el mejor museo de EEUU. Pero estoy en contra de las élites autoelegidas que usan el dinero de los contribuyentes para dárselo a sus amigos".El dinero público representa menos del 1% en los presupuestos de los grandes centros culturales. Por ejemplo, la ópera de Chicago, con un presupuesto de 30 millones de dólares (unos 3.990 millones de pesetas), recibe 600.000 dólares (79.800.000 pesetas) del NEA. Las becas individuales suponen un 4% del presupuesto del NEA. El problema es mucho más complicado para las pequeñas instituciones o las ciudades sin gancho cultural. La portavoz del National Endownient for the Arts subraya que las becas y ayudas públicas son un complemento a las aportaciones privadas. Si fallan las primeras, disminuirá la generosidad de las empresas. "Los niños se verán perjudicados en las escuelas, la sociedad recibirá una educación inferior. Sólo la élite tendrá acceso a la cultura".
Babelia
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