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Transgénicos

Pere Puigdomènech

Ya están entre nosotros y parece que van a quedarse para siempre. Desatan controversias apasionadas. Quizá sean el ejemplo más actual de la contradicción que existe entre dos actitudes que ya encontramos en el Génesis: entre el hombre creado para dominar la Tierra y el hombre tentado por la serpiente: "'Si comes del fruto prohibido serás como Dios". Ya sabemos introducir genes de cualquier origen, incluso sintético, en un número creciente de especies de bacterias, animales o plantas. Los primeros organismos transgénicos empiezan a llegar al mercado y a ser consumidos en masa. ¿Estamos abriendo una caja de Pandora de gran riesgo o iniciando Io que puede salvar al planeta de las penurias que, algunos prevén para el, próximo siglo?.El año pasado se comercializó en California el primer tomate modificado genéticamente. Hace sólo tres meses se autorizó en EE UU la comercialización de otras especies modificadas genéticamente, incluyendo la soja, el algodón, la calabaza. También en 1994 se autorizó la reproducción del primer toro holandés transgénico y pronto puede llegar al mercado leche producida por vacas que tienen modificada del crecimiento. Estos organismos son el gen de la hormo transgénicos son los primeros y muy primitivos ejemplos de muchos proyectos en marcha. En los laboratorios hay planes para que animales y plantas tengan un mayor rendimiento en sus producciones, para que produzcan sustancias de interés farmacéutico o industrial. Por ejemplo, ya se han obtenido plantas que producen plásticos y aceites industriales, o animales a los que se está humanizando sus -genes de forma que se conviertan en fuentes de órganos para trasplantes. Todo esto parece dar la razón a aquéllos para los que las nuevas biotecnologías son la esperanza para nuestro mundo amenazado de superpoblación.

Por otra parte, se ha ido extendiendo poco a poco la idea de que la evolución hubiera podido tener muchos caminos distintos y de que los actuales organismos vivos no son seres que se hayan producido de forma necesaria. Cuando se profundiza en los mecanismos moleculares de, los seres vivos todo parece indicar que la finísima maquinaría que regula la vida celular está plagada de restos dejados por anteriores procesos, que han ido acumulándose de forma aleatoria. Esta idea abre la posibilidad dé que el hombre se, proponga arreglar esta chapuza biológica, eliminando o mejorando procesos que tuvieron una justificación en un momento de la evolución, pero que ahora pueden ser incluso causa de desarreglos patológicos.

¿Debe el hombre tomar en sus manos la evolución de las especies? Al comer de esta fruta del árbol del bien y del mal, ¿no nos estaremos condenando a salir del paraíso? Dicho de otra forma, ¿si los genorrías-actualmente existentes son fruto de la historia y contienen una buena dosis de caos, no estaremos modificando algo cuyos efectos son esencialmente impredecibles? En este momento es probable que estas reflexiones estén excesivamente alejadas de la realidad. Las -técnicas actuales no permiten todo lo que imaginamos, sino que sirven para introducir genes muy bien conocidos, controlados y en general únicos. Por tanto, se puede predecir si eI riesgo que se produce es proporcional a los beneficios que se espera obtener.

Las técnicas avanzan de forma acelerada, el conocimiento del genoma sigue un aumento exponencial y poco a poco irán apareciendo nuevos organismos transgénicos. Hay que ir midiendo los riesgos, integrar la información, reflexionar sobre los efectos de los avances que se produzcan y convivir serenamente con esta ciencia que nos permite conocer y modificar lo más íntimo de los seres vivos, y sacar de ella, el máximo provecho para todos.

Pere Puigdoménech es profesor de Investigación del CSIC.

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