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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La pobreza estorba

LOS POBRES han crecido en Estados Unidos hasta alcanzar los 39 millones en el último censo, pero la conclusión predominante no es ya que el sistema padezca averías, sino que los pobres averían el sistema. Los desamparados requieren atenciones presupuestarias, subsidios y servicios gratuitos, que exigen demasiados desembolsos a la Administración; pero además desde la marginación se genera el grado mayor de delincuencia, lo que está obligando a soberbias inversiones en seguridad policial y en cárceles. Bajo una atmósfera conservadora, se amplía cada vez más la convicción de que los pobres se han vuelto demasiado caros y de que hay que terminar con ellos, no a impulsos de un sentimiento de solidaridad, sino de mera fiscalidad.El Contrato con América que ha presentado a la nación el Partido Republicano, liderado por Newt Gingrich, supone la supresión de la mayoría de los programas sociales y el endurecimiento de los castigos contra los delincuentes. No toda la sociedad norteamericana se encuentra al lado de estos planteamientos, pero sí la mayoría que procuró el pasado 8 de noviembre su triunfo en el Congreso y en el Senado. Hasta Clinton, con una popularidad inferior al 45%, ha tenido que ceder en rebajas de impuestos que repercutirán en la reforma sanitaria y otras medidas de ayuda a los Iectores más bajos. Los pobres, los inmigrantes legales o ilegales sin recursos, se han revelado una carga que el americano medio está cada vez menos dispuesto a soportar.

Según el último estudio de la publicación The Trend Journal, el individualismo se exacerba en las actitudes de los ciudadanos. Un político que pretenda ganar al electorado no sólo deberá enarbolar un programa con reducción de impuestos, sino que procurará establecer la correlación más estrecha entre el tributo y el servicio estatal que se preste. Sólo la minoría se declara dispuesta a pagar por obras y servicios que no disfrute directamente ya sean las autopistas o las escuelas. Los negros o los blancos sin fortuna serán cada vez menos atendidos por donaciones colectivas, y sus familias, progresivamente privadas de aquellas protecciones que puedan inducírles a la reproducción. En sustancia se trata de erradicar la pobreza por una cirugía de exterminio.

De los pobres no se espera, como hacía el keynesianismo, que pasen a convertirse en una productiva fuerza de consumo ni que actúen, según denunciaba el marxismo, como un ejército de reserva para contener los salarios. Por un lado, la globalización económica permite a la competitiva economía norteamericana cosechar amplias masas de compradores más allá de sus fronteras. De otro, el mercado laboral, basado cada vez más en empleos temporales y contratos sin cargas sociales, presta el suficiente colchón para que los salarios no se disparen.

En plena recuperación, la renta del hogar medio descendió en 312 dólares durante 1993 y el número de pobres creció en un millón. La economía norteamericana ha recuperado el primer lugar de la productividad internacional y está dispuesta a mantenerla no ya a través de la depuración tecnológica, sino también mediante una limpia de cargas sociales y humanas. Algo que amenaza de contagio al resto del mundo.

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