La mecha del polvorín
En ruso, grozni quiere decir "terrible", - y no es una casualidad que la capital de Chechenia se llame así. Erigida el siglo pasado en los contrafuertes del Cáucaso, encarnaba la "terrible" fuerza de la guarnición zarista. Rusa de nacimiento, lo sigue siendo hoy en parte. Oficialmente, el Kremlin ha mandado su ejército a Chechenia para protegerla, pero las bombas no distinguen a sus víctimas y los 100.000 rusos de Grozni no se libran de ellas. Tampoco se librarán del frío y el hambre, con los que cuenta Moscú para reducir a. la ciudad sitiada. Y eso no es todo: las minorías rusas implantadas por todo el Cáucaso, desde Stavropol hasta Georgia, serán blanco fácil de las represalias de los caucasianos. Los combatientes voluntarios que, según se dice, afluyen a Grozni desde las repúblicas vecinas no causarán grandes problemas a los tanques, aviones y helicópteros del general Pável Grachov, pero ¿quién padrá impedir los actos de venganza contra la población rusa de las pintorescas ciudades caucasianas, tan bienamadas un tiempo por los poetas rusos? ¿Porqué Borís Yeltsin ha encendido, pues, la mecha de ese-polvorín? Pese a que normalmente está muy presente en la televisión, desde el comienzo de las hostilidades en Chechenia, el presiden te ruso ha dudado en aparecer en la pequeña pantalla. Dice que ha sufrido una operación de nariz y que no puede mostrarse con un vendaje en la cara. Pero ese problema estético no le ha bría impedido hablar antes por la radio o que el primer ministro Víktor Chernomirdin leyera un inensaje suyo a la nación para que el país conociera cuál es la buena causa que su ejército de fiende en el Cáucaso. Pero los dirigentes rusos han elegido el silencio. Un silencio impresio nante que alimenta todos los rumores sobre la omnipotencia de los generales. Para intentar disipar las inquietudes surgidas a propósito de la guerra de los generales, los civiles del Kremlin se vuelcan para convencer a la opinión pública de-que "todas las decisiones han sido tomadas por el presidente y sólo por el presidente". No parece creíble ni muy tranquilizador. Borís Yeltsin es conocido por su carácter brutal y vengativo. Len Karpinski recuerda en Novedades de Moscú que cada vez que ha tenido que elegir entre un compromiso razonable y el recurso a la fuerza ha optado por este último. Fue el odio el que inspiró su actitud frente a Gorbachov; después, frente a Jasbulâtov, y ahora, frente a otro checheno, Dudáiev.
En esta óptica, lo que enfrenta a Moscú y Grozni no es ya un conflicto constitucional que hubiera podido solucilonarse amistosamente. Se trata de un ajuste de cuentas del gran presidente ruso con un pequeño. rival caucasiano que no ha respetado su rango. El pasado domingo 18 de diciembre, el jefe de la Administración presidencial, Serguéi Filatov, se fue de la lengua y reveló que se intentaría capturar a
Dudáiev para luego juzgarle "porque ha formado una banda armada en territorio ruso y obligado a nuesto Ejército a disparar a civiles inocentes". En esas condiciones, la única cosa que habría podido negociar el presidente electo de Chechenia con los hombres del Kremlin sería su rendición.
Para apuntalar la acusación, la televisión moscovita ha difundido conversaciones privadas de Dudáiev, interceptadas por los militares rusos. El lenguaje del presidente checheno no, es muy elegante, pero se eleva muy por encima del de los cuarteles rusos. General de aviación, Dudáiev es un fanfarrón, y no duda en afirmar que va a "perseguir a esos abortos rusos hasta los muros del Kremlin". ¿Es muy escandaloso en tiempos de guerra? En un momento en el que la campaña xenófoba antichechena bate todos los récords en Rusia y muestra la existencia de un racismo puro y simple, la frase parece casi anodina.
"La tragedia que hoy se representa en Grozni tendrá un epílogo en Moscú", me asegura un amigo moscovita. Para muchos, los acontecimientos de Chechenia han puesto al desnudo el carácter dictatorial del régimen de Yeltsin. "La antigua consigna 'todo. el poder, para los sóviets' ha sido sustituida por 'todo el poder para el presidente", precisa un interlocutor. La Duma ha votado por aplastante mayoría una resolución contra la política del Gobierno en Chechenia, pero el Kremlin no se ha dignado ni a responder. La Cámara alta, supuestamente encargada de ratificar la proclamación del estado de excepción en Chechenia, ha votado en contra, también por aplastante mayoría. El Kremlin se ha contentado con modificar el texto del ucase presidencial, pero no ha cambiado nada sustancialmente. Yuri Kalmikov, ministro de Justicia y único representante del poder judicial en el Consejo de Seguridad, ha dimitido como protesta por la invasión de Chechenia. El Kremlin no ha hecho pública su carta de dimisión y ha difundido un lacónico ucase: "El ministro ha sido relevado de su cargo".
Los promotores de la Constitución que da "todo el poder para el presidente" han comprendido de repente que cuando sostenían que era democrática estaban engañando al pueblo -y al mundo-. Yegor Gaidar ha sido el primero en levantala voz contra la peligrosa aventura caucasiana y llama ahora a los trabajadores a manifestarse en la calle. El momento es grave, y no hay en Rusia ninguna instan cia legislativa o judicial capaz de impedir que el Ejecutivo perpetre un mal irreparable en Che chenia. Guennadi Búrbulis y Mijaíl Poltoranin, dos ex eminencias grises que se jactan de haber entronizado a Yeltsin, también juran: "No queríamos esto", y expresan su arrepentimiento para evitar cualquier responsabilidad en un eventual. baño de sangre en Grozni. "Proclamemos un alto el fuego inmediato y busquemos juntos una solución", propone Búrbulis, arquitecto de la destrucción de la URSS en 1991 y del bombardeo del Parlamento en Moscú en 1993. Sería para reírse, pero esos hombres conocen mejor que nadie a Yeltsin y saben hasta dónde es capaz de llegar para satisfacer su amor propio, herido por Dudáiev.
Los comunistas de Guennadi Ziuganov no tienen esos problemas. Borís Yeltsin no puede sorprenderles porque esperan de él lo peor. Pero, según ellos, la loca aventura caucasiana es el último, estertor de un régimen moribundo que ha perdido todos sus puntos de referencia. Paradójicamente, el PC de Ziuganov se obstina en creer que las próximas elecciones, tendrán lugar como está previsto y que las ganará. Su oponente más serio, la extrema derecha de VIadímir Zhirinovski, se está desacreditando al apoyar la aventura che chena de Borís Yeltsin. En realidad es el presidente ruso el que está haciendo la política de Zhirinovsk , y le aplauden sus perros guardianes Edik Limonov y Alexandr Nevserov, fascistas notoriós. Pero incluso Zhirinovski, mientras desea la "victoria en Chechenia", predice la caída del zar Borís. Todo, el mundo, pues bruñe sus armas en Moscú. Pero, por el momento, Yeltsin es el único que tiene los tanques a su disposición. Además muestra sus músculos, si bien es cierto que más discretamente que en 1993, en su propia capital como para recordar a los moscovitas que él es el hombre, del puño de hierro y que no retrocederá ante nada para defender su poder.
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