_
_
_
_

Una instalación permite al público sacudir a placer el cuerpo del artista

Marcel.lí Antúnez se expone a la crueldad del espectador

Jacinto Antón

El viejo sueño de muchos enemigos y críticos del arte contemporáneo se ha hecho realidad: ya es posible hacer sufrir a un autor de instalaciones y performances su propia creación. Tirarle de la nariz, sacudirle las nalgas, estirarle los pezones, forzarle a una sonrisa estúpida y dolorosa, darle papirotazos en la oreja. El polifacético creador catalán Marcel.lí Antúnez, ex miembro de La Fura dels Baus, autor de frankensteinianas esculturas de carne expuestas en varias galerías de España, ha dado un paso más en su experimentación por los acantilados del arte y ha alumbrado un mecanismo perverso cargado de significaciones inquietantes.

Epizoo, que se estrenó recientemente en una iglesia mexicana y que podrá verse en Barcelona, es una instalación en la que Antunez se expone "como una escultura viviente" durante más de una hora y en la que el público, a través de unos controles, puede accionar a distancia partes del cuerpo del artista. El espectador emplea un monitor con un programa que pone en movimiento unos mecanismos neumáticos. Unos apliques ortopédicos ("neumatismos") conectados al cuerpo del artista-víctima, tiran de su boca, nariz, pectorales, orejas o glúteos, a voluntad del público. En el momento cumbre de la acción, brota de la cabeza del artista una llama azul -el creador está unido a una bombona de butano que alimenta una pequeña espita en la coronilla.

Manipulaciones obscenas

El montaje se complementa con un sonido ominoso, un sistema de luz y una gran pantalla en la que se proyectan imágenes de ordenador en las que el cuerpo de Antúnez sufre manipulaciones imposibles y a menudo obscenas."Ya soy un artista popular en México", dice Marcel.lí, que muestra un amplio reportaje sobre él en la revista Semanario de lo insólito, en la que se le califica de "Moderno Frankenstein". Presentó Epizoo en un antiguo convento de las teresianas, en medio de la nave central de la iglesia. "La pieza ha funcionado muy bien con público. Es un híbrido de performance, espectáculo e instalación plástica. Con dramaturgia abierta. Abre nuevos caminos, obliga a un replanteamiento de toda la taxonomía de las artes". La reacción de los espectadores fue interesante: "Unos tipos veían que lo que más me jodía era lo de la cara, y se instalaron ahí, dale que te pego, para putearme. Unas señoras les suplicaban que pararan. Yo es que estoy muy victimizado, la instalación provoca una crueldad grande, telemática".

El mecanismo provoca un cierto dolor: "Es molesto, soportable en principio pero cuando llevas una hora, como vas acumulando, pues empreña. Lo que más, el elemento que tira de la nariz y boca en diferentes sentidos". Un millar de personas sacudieron a Antúnez en México. "Voy aún adrenalínico, vivo la historia muy visceralmente, como los primeros espectáculos de La Fura".

El creador es consciente de que forma parte de una larga tradición artística. "Retomo experiencias del body art, reinterpretándolas de acuerdo con la contemporaneidad y añadiendo nueva tecnología". Marcel.lí matiza su relación con los accionistas vieneses: "Lo mío es sólo relativamente sacrificial y no hay afán de expiación. Además, yo soy un hombre de teatro, busco lo espectacular, y eso me aleja del intimismo del body art". Afirma que en Epizoo no hay un sentido místico, ritual: "Al menos no en el sentido de autoflagelación faquirista. Pero sí hay un fuerte contenido ideológico, el tema de la sumisión mecánica del hombre, por ejemplo. O lo de acceder al cuerpo de otro, provocarle reacciones fuertes, sin tocarlo. Tiene algo de la guerra del Golfo, y alude también a la paranoia actual por el contacto físico".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_