El empleo en la Europa de los 15
Los efectos contradictorios de las medidas económicas son cada vez más frecuentes. En su edición del pasado sábado, este periódico daba cuenta de la favorable evolución. del paro en los Estados Unidos: en el mes de noviembre, el porcentaje de desempleados se había reducido hasta el 5,6%, por debajo del 6% a partir del cual se considera que hay pleno empleo. Nada de euforía,. ya que en periodos de pleno empleo, "toda reducción, en el paro supone presiones en los salarios, que se reflejan inmediatamente en la inflación". Así, nunca estaremos contentos, puesto que "el incremento mayor de lo esperado en el empleo reaviva los temores inflacionistas del mercado y hace temer nuevas subidas de tipos de interés por parte de la Reserva Federal, para anticiparse a cualquier presión sobre los precios".No es ésta, desde luego, la única paradoja económica por la que se produce una consecuencia negativa a causa de una buena noticia. Hace escasos meses, EL PAÍS decía en. su primera página: "La Bolsa de Madrid sufrió ayer caídas generalizadas, que sitúan el índice general por debajo del nivel de apertura del ejercicio. La caída de los valores es consecuencia de las mejoras de las economías francesa y alemana". Y recuerdo la cara de estupefacción de algunos responsables del periódico cuando el redactor jefe de Economía intentó explicárselo en la reunión en la que se hace la primera página: los mercados de valores llevaban días registrando recortes que habían sumido a los sabios de las calas de bolsa en la perplejidad; algunos expertos consideraban que la caída podía estar relacionada con la mejora de la coyuntura francesa y alemana, ya que ésta podía alejar las reducciones de tipos de interés.
Ante la cumbre de Essen (Alemania) de la UE de este fin de semana, nos encontramos con otro motivo de estupor. Pese a que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y los analistas privados ya han sellado el final de la recesión, sigue sin generarse empleo, no sólo para los jóvenes que se incorporan por primera vez al mercado de trabajo, sino para los más de 17 millones de parados actuales, la mitad de los cuales tardan más de un año en volver a trabajar. Frente a esta realidad, los norteamericanos acaban de actualizar sus recetas en el Contrato con América con el que los republicanos han ganado las últimas elecciones: desregulación a ultranza y fortísima reducción de los gastos sociales; es decir, otra vez Ronald Reagan. Poco ha durado la política económica de Bill CIinton. Pero las cosas no son muy distintas en este lado. Los ministros de Economía y Finanzas de los Doce (el Ecofin) recomiendan un aflojamiento del Estado del Bienestar europeo, con el recorte de la duración del seguro de desempleo, y el replanteamiento del salario mínimo. Y aunque los ministros de Trabajo y el propio Jacques Delors matizan este descreste de la beneficencia, ya se sabe que en las preferencias de los jefes de Estado y de Gobierno los ministros económicos siempre son más atendidos que los sociales: son más científicos.
La contradicción consiste en que al mismo tiempo que los mandatarios de la Unión Europea dan la bienvenida a los nuevos socios austriacos, suecos y finlandeses, y de ese modo consolidan la dimensión social de la CE, también oficializan la consigna de algo menos de bienestar a cambio de más empleo.
El problema en España está en comprender como con unos gastos sociales por debajo de la media comunitaria hemos llegado a tener un desempleo de más del doble. Menos bienestar y más desempleo. Nuestro debate es otro.
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