Filigrana de estilo

En 1987, el cineasta iraní Abbas Kiarostami realizó en la región Koker, que acababa entonces de padecer un devasta-dor terremoto, un filme sobre las consecuencias de este cataclismo en la vida del lugar titulado ¿Dónde. está la casa de mi amigo? En 1992, ya sin la inmediatez y la pasión documental de este filme' Kiarostami volvió con su ligero equipaje de filmación a la misma zona de su país y realizó. en ella una delicada, levísima y hermosa ficción sobre aquel mismo fondo documental, titulada Y la vida continúa, en la que busca, hila, narra, describe, indaga, poetiza y se sumerge en las mutaciones experimentadas a lo largo de cinco años por la ínfortunada población de aquel territorio devastado, que en el nuevo filme re.surge de sus cenizas y vive la gloria y el horror de la supervive nc ia.Este filme corrió hace un año como un reguero de pólvora en los circuitos del cine europeo que no han oIvidado todavía que el cine es, antes que negocio y espectáculo, lenguaje; y que el avance de éste hacia dentro de sí mismo se encuentra estancado y enredado en las pautas dominantes impuestas por la producción convencional de películas, que parece conformarse con lo que ya ha alcanzado la mirada cinematográfica y elude entrar en las alquimias de ese su lenguaje, como aquellas que en su tiempo hicieron circular por todo el mundo Jean Renoir, John Ford, Roberto Rossellini, Luis Buñuel, Yasuhiro Ozu, Pier Paolo Pasolini, el primer Jean Luc Godard, Michelangelo Antonioni y otros cineastas que, además de abastecer de bellos espectáculos a las pantallas, hilaron en ellos la seda de algunos entresijos del arte cinematográfico y le hicieron avanzar hacia nuevos horizontes, nuevos rincones de la conciencia de nuestro tiempo y de nuestro alrededor.

La luz del cine

¿Serían pensables La belle noiseusé, El valle Abraham, Ladybird, Caro diario, El sol del membrillo, Simple man, Niños robados, Lamerica y otras joyas del cine actual sin las composiciones creadas o desveladas por esos cineastas? No parece ni siquiera pensable. Y en esta onda silenciosa, secreta y expansiva hay que situar la obra de este sorprendente cineasta iraní caído al duro asfalto del cine europeo (que ahora, cuando tiene 55 años, intenta enrolarlo en sus nóminas) desde el limbo de no se sabe qué inocente y crédula tierra artística natal.Entre los olivos es una nueva incursión de Kiarostami enel subsuelo espiritual de la pobre gente de la región iraní de Koker, esta vez concebida en forma de ficción que se finge documento del rodaje de otra ficción, la de Y la vida continúa, que es a su vez otra ficción extraída de otro impulso documental precedente: el rizo del rizo de un rizo de la pasión por el realismo cinematográfico puro, convertido por la mirada de este exquisito artista en indagación, imagen y poema.

La nueva filigrana de Kiarostami es, en cuanto ejercicio de estilo, un primor que agradecerán como agua de mayo quienes buscan qué misterioso combustible mantiene viva la llama del fuego sagrado de la luz del cine.

Pero quienes buscan en la pantalla un entretenimiento no se llamen a engaño: nada tiene A través de los olivos que ver con ellos y se aburrirán como ostras si acuden a verla, tanto por lo que tiene de ajena a esos sus gustos -de hecho está en sus antípodas- como porque es una película derivada de otra anterior, Y la vida continúa, sin cuyo conocimiento se pierden importantes hilos de la inteligibilidad de ésta.

Es por ello erróneo distribuir A través de los olivos -pese a sus resonantes triunfos en los festivales de Cannes y Valladolid- en España sin haber dado antes a los españoles la oportunidad de ver Y la vida continúa, de la que es estilísticamente independiente, pero con la que mantiene una deuda argumental irremplazable.