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Tribuna:¿CÓMO ACABAR LA GUERRA DE BOSNIA?
Tribuna
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Política inútil, mensajes inútiles

Los acontecimientos recientes demuestran, una vez más, la futilidad de la política occidental en lo que fue Yugoslavia. Las acciones aéreas de la OTAN, en represalia por los ataques serbios, sobre la sitiada Bihac, y los ataques contra misiles que podían disparar a los aviones de la Alianza, fueron planificados minuciosamente -a petición de las Naciones Unidas- para causar daños mínimos. Se suponía que eran señales, un mensaje para los serbios. Un portavoz de las fuerzas de protección de las Naciones Unidas en Sarajevo calificó el ataque del lunes 21 como "no de castigo, sino de prevención". ¿Pero qué fue lo que previno? ¿Qué decía ese mensaje realmente? ¿Que si las fuerzas serbias continuaban violando el área de seguridad y la zona de exclusión aérea, la OTAN atacaría con más fuerza? Desde el pasado jueves, continuaron los ataques de las fuerzas serbias a Bihac, desafiando su situación de "zona de seguridad" declarada por la ONU, sin impedimentos por parte de la OTAN ni de las Fuerzas de Protección ¿le las Naciones Unidas. El general Michael Rose, comandante de las Naciones Unidas en Sarajevo, dio el verdadero mensaje al decir que todavía se sentía optimista respecto a salvaguardar lo que le complacía describir como "el proceso de paz".Mientras las tropas de Unprofor estén entre las fuerzas serbias o próximas a ellas, serán sus rehenes, y la ONU, así como los principales gobiernos europeos, bloquearán cualquier acción de la OTAN que pudiera provocar represalias serbias contra esas tropas o las organizaciones de ayuda humanitaria.

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El verdadero mensaje del citado ataque a los serbios fue: "No os toméis esto en serio". El mensaje de las acciones contra las bases de misiles fue: "Disparad contra otros, pero no contra la OTAN". El mensaje para el público occidental era: "Ved lo fuertes que son la OTAN y las Naciones Unidas, pero cómo se controlan; algo se está haciendo por Bihac, Sarajevo y la guerra. Unos cuantos meses más y el proceso de paz funcionará...". El mensaje al Gobierno bosnio, que todavía parece albergar ilusiones sobre la posibilidad de una intervención norteamericana significativa a favor de Bosnia, debería haberse leído como un "olvidad a Occidente".

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Todo esto parte de las actitudes conflictivas de europeos y norteamericanos hacia la guerra, y de las políticas contradictorias que de ahí emanan. El objetivo político primordial de Europa -esencialmente de Francia y Gran Bretaña, los principales contribuyentes a las fuerzas de las Naciones Unidas- es la protección de los soldados de la ONU y de los trabajadores de las organizaciones humanitarias. Los Gobiernos europeos pueden diferir en el nivel de beligerancia que debe alcanzar la OTAN para defender a las fuerzas de las Naciones Unidas, pero están de acuerdo en que es una prioridad. Evidentemente, no es así como empezaron los europeos. Los gobiernos que enviaron soldados lo hicieron movidos por una ambición honorable, conseguida en gran parte, de hacer algo bueno por las víctimas de la guerra, y por la esperanza, que se ha visto frustrada, de llegar a un acuerdo.

La política actual estadounidense es distanciarse de la política europea, a fin de evitar el oprobio de la complicidad en la. falta de acción para ayudar a las víctimas de la agresión. Pero el propio Washington no tiene intención de hacer nada por esas víctimas que suponga un gasto significativo para EE UU o que pudiera inquietar a la opinión pública norteamericana que, en las elecciones de este mes, confirmó su reticencia a ver a las fuerzas estadounidenses interviniendo en el exterior.

Los nuevos líderes republicanos del Congreso fueron leones justicieros mientras estuvieron en la oposición, atacando a la Administración Clinton por fracasar en la salvación de Bosnia. Las propuestas de reclutamiento para enviar ayuda estadounidense a Bosnia, que exigió ostentosamente que el Gobierno de Clinton entregara al Congreso, ahora, ya entregadas, no encuentran respuesta alguna de quienes tendrían que votarla. La intervención humanitaria ha sido el sustitutivo europeo de un sistema político y estratégico dirigido a castigar la agresión y defender las normas de la ley internacional. Esto debe reconocerse ahora como un tremendo error de graves consecuencias para el pueblo de la ex Yugoslavia y paralizante para los europeos y la alianza occidental.

Los europeos, al sustituir la ayuda humanitaria por estrategias políticas se pusieron en manos de los agresores, y ahora deben racionalizar una situación en la que pueden verse acusados de colaboración objetiva con la agresión. A nadie le gusta decir esto, pero es la verdad. Resulta imperativo admitir que un peligro, inherente a toda operación humanitaria de este tipo, es que el que ayuda se hace cómplice de los crímenes que provocaron la crisis. Esto es tan cierto en Ruanda y Zaire como en Bosnia. No se debería cometer de nuevo este error.

William Pfaff es experto estadounidense en política internacional. copyright Los Angeles Times Syndicate, 1994.

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