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Reportaje:

La Villa del Canal

Antigua y noble villa de Torrelaguna, situada a 58 kilómetros de Madrid por la carretera de Burgos, es uno de Madrid los conjuntos monumentales más ricos y olvida dos de la provincia de Madrid, una sorpresa para el viajero despistado que se tropieza en tre sus murallas con antiguas casas blasonadas, palacios, iglesias y conventos de espléndida traza y enjundiosa historia. La dura competencia de la capital, de Alcalá de Henares y de los reales sitios de Aranjuez y El Escorial que convocan la afluencia turística ha dejado en un segundo e inmerecido plano a este pueblo singular, armónico y bien conservado, que per manece incólume sin grandes desmanes urbanísticos, sin edificios altos que rompan sus modestas y equilibradas proporciones.Torrelaguna, patria chica del cardenal Cisneros y de santa María de la Cabeza, esposa de nuestro señor san Isidro, le debe a don Francisco Jiménez de Cisneros una considerable parte de su fama y de sus monumentos, sufragados algunos por el peculio particular y familiar del severo prelado y regente franciscano, reformador de la orden y político pragmático que un día cifrase la legitimidad de sus poderes en las contundentes bocas de sus, cañones, última y definitiva razón de Estado.

En la plaza Mayor de la villa, una sencilla cruz de piedra recuerda el antiguo emplaza miento de la casa solariega de los Cisneros; frente a ella, haciendo ángulo, la airosa y rotunda mole de la iglesia de Santa María Magdalena y la casa consistorial, ubicada en el antiguo edificio del pósito. Mari Paz Miguel es la primera inquilina del Ayuntamiento, la primera alcaldesa en la larga tradición de este pueblo de 2.654. habitantes. Administrativa de: profesión, a los 33 años, Mari Paz figura al frente de una joven Corporación en la que el PSOE es mayoritario por la mínima diferencia. Hoy la alcaldesa, tras finalizar su jornada en la alcaldía, atiende las mesas de un restaurante familiar de nueva planta y aprovecha la pausa de la sobremesa para informar al cronista de las peculiaridades de su municipio. Pragmática y reformadora como el férreo cardenal, Mari Paz comienza avisando que sus paisanos son gente rebelde e independiente, celosa de una libertad cuya carta de naturaleza se remonta a 1390.

Instalada sobre antiguos emplazamientos romanos, visigodos y probablemente celtas, Torrelaguna fue villa eminentemente agrícola y huertana, célebre, entre otros productos, por sus espárragos. Más que agrícola, dice la alcaldesa, Torrelaguna es canalera por la vinculación de sus habitantes con el Canal de Isabel II, una institución muy relacionada con la localidad que proporcionó y proporciona trabajo a mucha gente del pueblo y cuya presencia se deja sentir en algunos notables edificios como el palacio de Arteaga, ciclópea construcción a la que se ha trasladado provisionalmente el Ayuntamiento hasta que se terminen las obras de restauración de la antigua casa de la plaza. En el palacio de Arteaga, dice la tradición que celebró algunos consejos de ministros, su intempestiva majestad Isabel II, orgullosa de la magnífíca obra hidráulica que constituyó uno de los raros, por escasos, aciertos de su tempestuoso reinado. La reina aprovechaba también sus visitas a Torrelaguna para entrevistarse con su consejera, espiritual y política, sor Patrocinio, la monja de las llagas, desterrada de Madrid, precisamente para evitar su entrometimiento en los mundanos asuntos del reino.

Hoy, el Canal de Isabel II y una residencia de ancianos de la Comunidad, son las principales fuentes de empleo del pueblo, a las que hay que añadir una fábrica textil, especializada en ropa vaquera, cuya continuidad se ve estos días amenazada con un expediente de regulación de empleo. En Torrelaguna funciona también una cooperativa textil en la que trabajan más de veinte jóvenes mujeres del pueblo.

Veinticuatro o veinticinco asociaciones culturales, religiosas, taurinas y deportivas dan fe del afán participativo de las torrelaguneras y torrelaguneros que se afanan también, señala Mari Paz Miguel, en la preparación, organización y cofinanciación de sus fiestas. Tres cofradías, las de San Isidro y Santa María de la Cabeza, San Sebastián y Santa Bárbara, celebran sus particulares procesiones y festejos en el mes de mayo, rituales que finalizan con bailes y cantos populares y un refresco, pan, queso y vino, al que son invitados los asistentes en la plaza,

Torrelaguna ha recuperado también la antigua y muy madrileña fiesta de la cruz de mayo, y cada año son más los barrios que montan en las calles sus artesanales altares, cuya visita es recompensada habitualmente con otro refrigerio a cargo de los vecinos. En las fiestas patronales que se celebran en septiembre la participación popular es masiva.

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La luz de los primeros faroles y los últimos rayos del Sol se confabulan para destacar. los perfiles de Santa María Magdalena, el templo en cuyo seno reposan los restos del escritor renacentista castellano Juan de Mena. Torrelaguna es una pequeña joya del tardío Renacimiento español, con resonancias góticas. Un ejército de blasones ennoblece las fachadas de antiguos palacios y casas solariegas. Al crepúsculo, Torrelaguna se emboza en el pasado y el secular silencio que parecía desterrado para siempre se adueña de la atmósfera y del ánimo del cronista. Rompe la ensoñación la voz de la alcaldesa, que reclama para su villa un desarrollo moderado que no pervierta su esencia de pueblo antiguo, independiente y rebelde.

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