Las naranjas españolas pagan el pato
Los malos humores de la política italiana se hicieron sentir ayer sobre las naranjas españolas, víctimas de las efusiones nacionalistas de Marisa Moltisanti, senadora de Alianza Nacional (AN), que logró que fueran definitivamente retirados todos los agrios de procedencia hispana de la cafetería del Senado."Basta de naranjas españolas", gritó Moltisanti, blandiendo uno de los frutos levantinos, y clamando contra la "vieja clase política que arruinó la agricultura italiana", ante un apurado administrador de bar empeñado en explicar que el único problema es que las naranjas italianas son demasiado "ásperas" en este periodo del año.
Francesco Speroni, de la Liga Norte, comentó que este incidente, aunque marginal, demuestra hasta qué punto AN es reacia a aceptar las reglas del libre mercado. La Liga y AN se miran en cualquier situación como los peores enemigos.
Esta división de la mayoría es la principal fuerza en manos de unos sindicatos que ayer reanudaron el diálogo con el primer ministro tras la gran manifestación celebrada el pasado día 12 en Roma contra la reforma de las pensiones.
Dada su debilidad actual, el Gobierno teme enfrentarse a la huelga general que los sindicatos han convocado para el Próximo 2 de diciembre. Berlusconi ha hecho gestos de una generosa apertura en el conflicto, aunque ha negado poder satisfacer todas las demandas de los trabajadores, incluso después de recibir la notificación de que está bajo investigación como presunto corruptor. También los sindicatos temen un enfrentamiento total que podría escapárseles de las manos. Se busca una acuerdo que permitan salvar la cara a todos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.