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Cab Calloway, uno de los últimos mitos del jazz, muere a los 86 años

Su grito 'hi de ho' marcó toda una época

Cabell Cab Calloway, uno de los grandes últimos mitos del jazz, falleció el pasado viernes, a los 86 años, en su domicilio, en el Estado norteamericano de Delaware. Su mujer, Nuffie Calloway, declaró que la muerte de su marido se produjo a consecuencia de una neumonía, aunque su estado de salud era malo desde el pasado mes de junio debido a un derrame cerebral sufrido cuando se encontraba en su domicilio neoyorquino.

Cabell Cab Calloway era quizá el último superviviente de una época en la que el jazz todavía era un espectáculo total, tan apto para escuchar música como para bailar, y, no menos importante, para responder a las demandas del gran público sin perder un ápice de dignidad. El luminoso sonido de sus orquestas realzó el optimismo de los esperanzadores años treinta y ayudó, a mitigar la dureza de los cuarenta. Aunque su voz no estaba bendecida por cualidades naturales ni sus aportaciones al jazz pueden considerarse cruciales, su innato sentido del humor, su peculiar forma de cantar y sus indescriptibles trajes de escena, que todavía hoy asombrarían a los diseñadores más audaces, causaron un impacto inmediato y le auparon a un lugar destacado junto a los grandes directores de orquesta. Sus incondicionales le aconsejaban: "Deberías forrarte el traje de amianto si no quieres quemarte de dentro hacia afuera".La fecha de su nacimiento coincidió con el día de Navidad de 1907, un feliz presagio que pronto se vería ampliamente cumplido. Realizó sus primeros estudios en Baltimore, pero fue en Chicago donde despegó su vocación musical. Su hermana, Blancha, también vocalista, le consiguió el primer contrato como cantante y batería ocasional. Por afortunada coincidencia, el Sunset Café, donde actuaba, era un lugar muy frecuentado por Louis Armstrong, Earl Hines y otras figuras influyentes del momento. El talento de Calloway empezó a ser reconocido, y a mediados de 1930 era contratado al frente de su propia orquesta por el Cotton Club, el local más emblemático del jazz.

El grito hi de ho, inventado sobre, la marcha para disimular el olvido de la letra de una canción, según confesó el propio Calloway, se hizo inmensamente popular y existen al menos diez canciones que lo incluyen. El talento teatral de Calloway se complementaba con una asombrosa perspicacia para elegir los músicos más brillantes y una rara habilidad para extraer de ellos sus mejores cualidades. Por sus diferentes orquestas desfilaron, entre muchos otros, Chu Berry, Ben Webster, Milt Hinton, Doc Cheatham, Cozy Cole y Dizzy Gillespie. Un completo abanico de personalidades que contribuyeron a perfilar las características del jazz moderno, en plena eclosión hacia mediados de los años cuarenta.

Como muchos otros grandes líderes, Calloway se vio obligado a disolver su orquesta a causa de la crisis de la década de los cuarenta y a cantar con el único apoyo de un septeto y, más tarde, de un trío. Hacia 1947 dio por concluida su carrera como director de big band y diversificó s as actividades. Actuó en películas como Stormy weather, The singing kid y Blues brothers. Asimismo participó en el show de los Harlem Globetrotters y colaboró con las cantantes Leontyne Price, en la ópera Porgy & Bess, y con Pearl Bailey en la producción Hello, Dolly! En 1976 publicó el libro Of Minnie the moocher and me, en colaboración con Bryant Rollins. Su enorme popularidad, todavía intacta, también le llevó a participar en diversos anuncios de la televisión norteamericana.

En 1985, Francis Ford Coppola recurrió a él como asesor en la preparación de la película Cotton Club. Nadie mejor que él para recrear un ambiente que conocía a la perfección. Su tradicional vuelta completa con reverencia final era santo y seña no sólo dé un local, sino de toda una generación de músicos inasequibles al desaliento.

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