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La pintura española de fin de siglo se expone en Francia

Ayer se abrió en la ciudad francesa de Agen una exposición titulada De Fortuny a Picasso: 30 años de pintura española, que viene a probar, una vez más, las dificultades que encuentran internacionalmente nuestros artistas para escapar de la sombra asfixiante de los genios.La crítica francesa subrayaba recientemente, por ejemplo, que el Museo d'Orsay "sólo posee dos telas españolas del periodo 1874-1906: una de Sorolla y otra de Zuloaga". Entre Goya y Picasso no habría nada, entre las pinturas negras y el retrato de Gertrude Stein, con que Picasso anuncia el cubismo, sólo habríamos generado telas y artistas muy menores.

En Agen se han agrupado 90 obras de Fortuny, Regoyos, Vayreda, Urgell, Berruguete, Arnarica, Muñoz Degrain, Sunyer, Rusifiol, Valle, Nonell, Cecilio Pla, Canals, Anglada Camarasa, Mir, Romero de Torres y "el magnífico Ramón Casas", amén de Picasso. La selección ha sido efectuada, por parte española, por José Corredor-Matheos y Francesc Fontbona, y gira alrededor de tres temas: el paisaje, el retrato y las llamadas escenas de género. El conjunto transmite, según los comisarios franceses y españoles, "la tentación de ruptura que vive España entre 1874y 1906, escindida entre su vinculación profunda a una cultura tradicional y la atracción que ejerce sobre ella: la modernidad".

Tras su paso otoño-invernal por Agen, la exposición aprovechará la primavera para instalarse en Nancy y pasar luego el verano en Castres. Para Cécile Bouleau, del Journal des Arts, es importante subrayar que "las mujeres de Casas son hermanas de las de Degas y que los, retratos que hace de sus amigos nos recuerdan a Daumier o ToulouseLautrec". La muestra "expresa la anibivalencia del carácter español, esa mezcla sútil de alegría y tristeza, de fuerza y fragilidad", aunque casi siempre centrada en la representación del mundo rural o de tipos eternos. La ciudad, los suburbios, las máquinas o los burgueses emprendedores son, excepciones en un universo un tanto crepuscular. Son Casas o Sunyer, de entre los escogidos, los únicos que, junto con una ambivalente tela de Regoyos, se refieren en sus cuadros al desarrollo industrial y urbano, con todo lo que comporta. Otros, como Vayreda o Nonell, pueden aproximarse a la escuela paisajística de Barbizon o romper con el academicismo del retratismo oficial, pero las nuevas técnicas y nuevas libertades están al servicio de la vieja gravedad y de una cierta nostalgia.

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