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Juan Pablo II invita en Catania a luchar contra la corrupción y la delincuencia

"El presente no deja espacio para la pusilanimidad o la inercia", dijo ayer Juan Pablo II en Catania, una ciudad que, añadió, "ha sufrido la humillación de ser tachada de degradada, dominada por la de lincuencia, resignada e invisible", aunque ahora "está dejando atrás el abuso y la corrupción ejercidos por algunos en perjuicio de todos". "Levántate, Catania, y vuelve a vestirte de luz y de justicia", clamó el Papa, parafraseando al profeta Isaías.

Juan Pablo II realizó ayer su primera salida importante del Vaticano desde que visitó Zagreb, el pasado mes de septiembre, cuando se mostró en unas condiciones de salud precarias, que le obligaron a suspender su proyectada visita a Nueva York, donde hubiera debido asistir a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El destino elegido para reanudar los viajes ha sido Sicilia, la región italiana más castigada por el paro y la Mafia.La vista, que comenzó anoche y se prolongará hasta la tarde de mañana, con escalas en Catania y Siracusa, es precisamente la que el Pontífice tenía proyectado haber realizado el pasado 29 de abril, el día siguiente al que resbaló en el baño, rompiéndose la cadera. La escasa recuperación del Papa tras la operación que le fue practicada para implantarle una prótesis en el fémur, potenció las especulaciones ya existentes sobre su mala salud.

Las hipótesis de que la sucesión en la cúspide de la Iglesia se aproxima cobraron nuevos bríos el pasado domingo, a raíz de que Juan Pablo II anunciara el nombramiento del número exacto de nuevos cardenales preciso para que los purpurados de menos de 80 años se eleven a 124. Éste es el mínimo indispensable para poder celebrar un cónclave, según normas fijadas por Pablo VI.

¿Dimisión?

Los rumores han sido tales que el periodista Vittorio Messori, coautor del libro Cruzando el umbral de la esperanza, que acaba de publicar el Papa, denunció el pasado lunes una presunta conjura para forzar la dimisión de Wojtyla. El propio Messori trató de quitar hierro a sus palabras cuando otras fuentes añadieron que los conjurados aludidos eran nada menos que el cardenal Martini, arzobispo de Milán, un de los señalados como papable, y los jesuitas.La salud del Pontífice, que ayer descendió del avión sin bastón, aunque lo tomó al subir al estrado desde el saludó a los cataneses congregados ante la catedral, parece mejorar entretanto, y sus próximos insisten en que sólo padece los males lógicos derivados del problema de la pierna. Hace días, el Papa comentó a un embajador suramericano que la cadera le dolía.

El Vaticano confirma, por otra parte, que Wojtyla viajará en enero a Manila. El programa de la visita iniciada ayer ha sido, sin embargo, recortado con respecto a abril. Se trata de un viaje que conlleva, en todo caso, la tensión propia de una región bellísima, pero castigada por los peores males de Italia.

Más de 1.500 policías y soldados cuidan de la seguridad del Pontífice, mientras Berlusconi anunciaba que se prorroga la estancia en esta región de 7.000 militares desplegados hace 30 meses para luchar contra la Mafia.

Las casas ante las que debía pasar el Papa habían sido registradas; las autoridades advirtieron, sin éxito, de que no se echaran flores por las ventanas y prevenían contra los desaprensivos que ofrecían billetes de primera fila para la misa de hoy, al precio de unas 50,,000 pesetas.

Otro avispado pedía regalos para entregar a Karol Wojtyla, que ayer, fiesta de san Carlos Borromeo, celebraba su onomástica.

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