Desastres e Ideología
LA DOCTRINA oficial de los regímenes comunistas aseguraba que esta ideología había solventado definitivamente los problemas entre naciones y etnias. Con la ecología pasaba otro tanto. Sus apologetas aseguraban que sólo esta ideología protegía el medio ambiente, ya que había liberado a la naturaleza del abuso y explotación capitalista. En realidad, el mesianismo industrial del modelo soviético ha sido para el medio ambiente una catástrofe de dimensiones desconocidas en la historia.Los vertidos incontrolados de petróleo de un oleoducto ruso en regiones de la tundra próximas al mar de Barents lo prueban de nuevo. Una inmensa cantidad de crudo (entre 14.000 y 300.000 toneladas, según las fuentes) se ha derramado durante meses en esas zonas pantanosas del norte de los Urales y de la república de los Komis.
Pero este accidente es algo más que una prueba de la catastrófica infraestructura, de la falta de mantenimiento, de la inexistencia de mecanismos de control y seguridad y del caos que reina en la industria rusa heredada de la URSS. Es una nueva demostración de que prevalece la política oscurantista del anterior régimen: ocultar, negar, minimizar los accidentes. Resulta especialmente escandaloso que las pérdidas del oleoducto comenzaran masivamente en febrero y las primeras noticias -y medidas- al respecto se produzcan ocho meses después.
Las consecuencias para la naturaleza son terribles y demuestran en qué inconcebible punto de deterioro y abandono se encuentran instalaciones industriales, civiles y militares en Rusia y en otros países de la antigua URSS. Centrales atómicas ruinosas en funcionamiento; instalaciones industriales que emiten gases tóxicos en zonas densamente habitadas; el mal estado de la aviación civil; armas y submarinos nucleares en estado de corrosión. Peligros que amenazan o afectan ya a la salud de millones de rusos, cuya esperanza de vida cae desde hace años. A la ignorancia y la sinrazón ideológica se ha unido ahora la pobreza, esa otra gran depredadora del medio ambiente. La désaparición de los grandes trusts estatales no ha sido sustituida por competencia entre empresas relativamente responsables. Grandes corporaciones como la Komineft, que domina la región afectada por estos vertidos, actúan con poderes prácticamente ilimitados, sin impuestos, controles ni medidas de seguridad.
La reacción del Gobierno ruso ha sido también en esta ocasión de pasividad e inconsciencia. Persiste la mentalidad de los dirigentes que los lleva a disimular al máximo ante el exterior unos hechos cuyas repercusiones no afectan exclusivamente a los rusos. La exigencia de una transparencia efectiva debe seguir siendo un punto básico en las relaciones de los países europeos con Rusia.
. La ayuda a Rusia de la Unión Europea no puede dejar de tener en cuenta, sin embargo, este deterioro tan grave de los servicios del país, que puede repercutir muy seriamente sobre la población. Presionar a Moscú exclusivamente en el sentido de que reduzca su déficit presupuestario no es suficiente. Para sanear su equipamiento industrial y prevenir nuevos desastres, Rusia tiene que realizar ingentes inversiones. A la vez que se insiste en la necesidad de una política financiera centrada en la lucha contra la inflación, Occidente habrá de negociar ayudas exteriores específicamente adjudicadas a programas para afrontar estas cuestiones. Pero, en todo caso, habrá que exigir a Rusia más seriedad y transparencia que las demostradas en esta ocasión.
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