"Ya no hay directores todopoderosos"
"Hace un siglo, el director de orquesta era un Júpiter tronante, un dios que hacía y deshacía a su antojo. Los directores ya no son figuras todopoderosas. Ahora, en cambio, es una pieza más del engranaje: con un instrumento clave entre sus manos, pero uno más entre los músicos", dice Herbert Blomstedt, director de la Orquesta Sinfónica de San Francisco, que el jueves ofreció un concierto en el Auditorio Nacional, en Madrid.Ataviado con un jersey amarillo -"no entiendo por qué dicen que trae mala suerte para la escena si es el color del sol, de la luz", comenta-, Blomstedt se aparta por igual del modelo del divo -"no hay que confundir la batuta con el propio índice", proclama- y del músico autista, empapelado de pentagramas. "En esta visita tuve ocasión de volver a ir al Museo del Prado -junto al Thyssen, que no conocía-, y reviví una escena que ya me ocurrió la otra vez que anduve de gira en Madrid: escuchar nítidamente a Beethoven al contemplar los cuadros de Goya, como si fuesen su medio natural. Ambos fueron coetáneos, murieron con un año de diferencia y, resulta increíble, al menos contemplada desde hoy, la compaginación revolucionaria entre aquellos dos sordos geniales, desconocidos entre sí. Beethoven dijo algo que hoy recobra una enjundia máxima: 'Soy el propietario de mi mente".
Comparación
Conversador infatigable, empático, vital, Herbert Blomstedt nació en Massachussets hace ahora 67 años pero, en su manera de idear, está el sello de las temporadas que, a años sueltos, ha dirigido orquestas, sinfónicas y filarmónicas, en Oslo, Copenhague y Estocolmo, lo que lo convierte en un analista de primera mano para la contrastación entre las formaciones estadounidenses y europeas."En lo estrictamente musical, las diferencias son pequeñas. Lo más notorio, como siempre, es el agravio comparativo en la diferencia de medios. Piense usted que en una notable compañía, como es la Sinfónica de San Francisco dimensiones aún menor que la de Nueva York, Chicago, Boston o Filadelfia hay un equipo de un centenar de personas trabajando en labores de administración y marketing, independiente de la plantilla de 106 músicos. Eso permite una relajada delegación de funciones, y concentrarse en el terreno artístico".
También observa una mayor dureza en la selección de los músicos. "No es que sean mejores ni peores pero acaso, una vez más, por una cuestión de solidez en las infraestructuras, los músicos son mucho más cosecha específica de las formaciones en que trabajan. Algunos se preparan desde niños con el ojo -y el oído- puesto en las plazas concretas de una orquesta determinada. La selección es así muy dura. En Europa, en cambio, hay más levitación por parte de los músicos, más improvisación a la hora de captar un destino, sin que por ello las exigencias de calidad sean menores", explica Herbert Blomstedt, que dirige la formación de San Francisco desde 1985, con un repertorio discográfico de 15 grabaciones, salidas hasta la fecha de su batuta.
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