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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Marivaux y el maestro

Comparada con otras de sus obras, más ambiciosas, L´isola puede parecer un Marivaux menor. En una Grecia clásica y convencional, una Grecia de teatro, cuatro náufragos llegan a una isla. Dos son nobles: Iphicrate y Euphrosine, que en la adaptación de Strehler se convierten en Monsieur (un petitmaître del París de Luis XV) y Madame (una coqueta de la misma ciudad y época de Mar¡vaux). Los dos restantes son sus respectivos criados, que Marivaux presenta como esclavos, Arlequín y Cléanthis, los cuales, en la adaptación de Strehler, pasan a nombrarse Arlecchino (en realidad no cambia de nombre) y Silvia, que era el nombre de guerra de la gran actriz Zanetta Benozzi, la "premiére amoureuse" de la tropa de Luigi Riccoboni, los célebres comédiens italiens que a diario llenaban el Hótel de Bourgogne, para los cuales fue escrita L'ile des esclaves, estrenada, con éxito, en 1725.La isla a la que llegan los náufragos es, claro está, la isla de los esclavos. En ella, un grupo de esclavos atenienses que años atrás logró huir de su ciudad, han fundado una república. Trivellino, un alto personaje de la misma, adoctrina a los náufragos sobre las curiosas leyes de la misma. Hace 20 años, les dice Trivellino, matábamos a cualquier amo y señor (maitre) al que un naufragio o la mala fortuna avecinase a la isla. Más tarde, la razón nos hizo abolir esa ley. Ahora, ya no nos vengamos, simplemente los corregimos. Los convertimos durante un tiempo en esclavos -y a sus esclavos en sus dueños para que se sensibilicen y aprendan la lección. Una lección que, en realidad, es, como dice Trivellino, un "cours d'humanité". De hecho, dice el personaje, son menos nuestros esclavos que nuestros enfermos. Nosotros los curamos, los volvemos sanos: humanos, razonables, generosos, para el resto de sus vidas. Si la cura surte efecto, concluye Trivellino, se marchan al cabo de dos o tres años; de no ser así, los retengo en la isla y los caso con algún isleño o isleña.

L'isola degli schiavi (La isla de los esclavos)

De Pierre de Marivaux. Traducción y adaptación: Giorgio Strehler. Intérpretes: Luciano Roman, Massimo Ranieri, Laura Marioni, Pamela Viloresi, Philippe Leroy. Escnografia: Ezio Frigerio. Vestuario: Luisa Spinatelli. Música: Fiorenzo Carpi. Coreografía y mímica: Marise Flach. Dirección: Giorgio Strehler. Producción: Piccolo Teatro di MilanoTeatro d'Europa. Teatro Poliorama (Centro Dramático de la Generalitat). Barcelona, 18 de octubre.

Huelga decir que en el caso de nuestros cuatro náufragos, la lección, la cura, producen un efecto inmejorable y teatralmente casi inmediato: al cabo de hora y media (que es lo que dura el espectáculo) ya están perdonándose mutuamente" dispuestos a emprender el viaje hacia Atenas con la bendición un tanto desencantada, todo sea dicho, de Trivellino.

Marivaux era sin duda un hombre enemigo de desigualdades que clamaban al cielo, pero era prudente. Sus piezas llamadas utópicas (L'ile des esclaves, L'ile de la raison, La colonie) son piezas morales, en las que no se pide ningún cambio radical de las instituciones, ni una sociedad sin clases, ni mucho menos una llamémosle dictadura del proletariado. Más bien diría que bajo su barniz filosófico emerge por momentos un buen sermón de Cuaresma.

Pero Marivaux, no nos engañemos, es mucho más. Y Strehler lo sabe y nos lo muestra. ¿Cómo? Para empezar, la nave del naufragio, la nave que vemos hundirse en el escenario, es la nave de La tempestad shakespeariana, la misma nave del montaje del maestro. Esas imágenes sirven para irnos situando un poco: esa isla de los esclavos es utópica, pero también mágica. Así pues, Trivellino Whilippe Leroy) se nos aparece como un Prospero filósofo -una mezcla de Rousseau y Franklin- y a la vez mago.

A Silvia (Pamella Villoresi) y Arlecchino (Massimo Ranieri), Strehler nos los muestra como pocos directores podrían hacerlo. Sabe muy bien quiénes son y de donde vienen, no en vano Arlecchino servitore di due padroni, de Goldoni, es el espectáculo emblemático de los casi 50 años del Piccolo. De ahí las extraordinarias interpretaciones de Villoresi y Ranieri en las primeras escenas. Dos interpretaciones en las que a la humanización de los personajes de la commedia dell'arte llevada a cabo por Marivaux se une, en el caso de Strehler, esa nostalgia, profundamente sentida, del rendez-vous manqué, como lo llama Paolo Bosisio, entre Marivaux, prácticamente moribundo, y Goldoni en el París de 1762.

¿Un Marivaux menor? Tal vez, pero en cualquier caso un Strehler mayor. Un Strehler de 73 años, que lejos de repetirse, de repatingarse en un sofá, emprende una vez más el camino hacia París, hacia su Théâtre de L'Europe, esta vez al encuentro de Marivaux, acompañado de Arlecchino, de Colombina, de Shakespeare, de Goldoni, en el perihelio de su creatividad.

Gran lección de teatro la que dió el Piccolo la noche del martes en el Poliorama. Una noche que, sin duda, pasará a la historia de aquel teatro. Larga vida al Piccolo.

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