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Poco ruido y muchas castañas

La decisión de alejar la zona de copas del casco urbano de Alcorcón ha acarreado problemas peores

Los ruidos que acarrea la diversión nocturna tuvieron una respuesta original en Alcorcón habitantes). El equipo de Gobierno socialista decidió alejar del casco urbano la zona de copas y concentró los bares y discotecas en un polígono industrial, Urtinsa, en la avenida de Polvoranca. La casa más cercana está situada a 500 metros del jolgorio y. los garitos. Se consiguió así cierta in sonorización del casco urbano, y también que los jóvenes de la localidad no se desplazaran los fines de semana a Madrid para divertirse en sus bares, evitando así el consiguiente riesgo de accidentes por consumo de. alcohol. Pero los efectos perversos de esta decisión han salido a relucir pronto.Los conductores de las líneas de autobús que unen Alcorcón con la capital y con Móstoles opinan, que no ha sido buena idea este traslado del ambiente copero. Cuando los vehículos pasan por el polígono Urtinsa, suben a ellos jóvenes excesiva mente alegres y violentos. Los 30 empleados de la compañía -De, Blas y Cía-, de los que 282 son conductores, han sufrido agresiones; los autobuses quedan -muchos días destrozados. Para el próximo sábado, los trabajadores del autobús prevén hacer huelga, con la esperanza de que alguien solucione su problema.

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Los jóvenes de Alcorcón ya no van tanto a Madrid. Ahora es gente de Madrid la que va a Alcorcón, y la carretera que conduce al polígono se llena de coches que proceden de los barrios de Vallecas, de San Blas, de Leganés o de Móstoles.

Le pusieron el nombre de Costa Polvoranca por aquello de la marcha ribereña y la música bakalao. Fue hace algo más de dos años. Ha pasado el tiempo y los locales de ocio, discotecas y garitos han proliferado como algas en mar revuelto. Suman 57, en la mayor concentración jamás vista en la región madrileña.

Todo empezó con aquella idea del equipo de gobierno socialista: si las discotecas y bares que tenemos en el casco urbano machacan a los vecinos, ¿por -qué no nos los llevamos a las afueras y los ponemos todos juntos? Dicho y hecho.

La zona de copeo del polígono industrial de Urtinsa dista más de quinientos metros de la primera casa habitada, pero está al lado de la residencia geriáirica Valdeluz.

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"Nos ha desbordado"

El complejo industrial tiene más de 840.000 metros cuadrados. De ellos, el 33%, según el Plan General de Ordenación Urbana de- 19 8 7, puede destinarse a servicios. El porcentaje todavía queda. muy lejos de ser cubierto.Jesús Salvador Bédmar, del PSOE, alcalde de la localidad, reconoce que el intercambio centro-periferia no ha. salido todo lo bien que esperaba. "La verdad es que nos ha desbordado. No pensábamos ni que iba a haber más de 50 locales, ni que iba a haber tanto gamberro. Yo creo que es una moda y como tal será pasajera", explica Bédmar.

De momento, la moda está en pleno auge. Si no, que se lo digan a las 15.000 personas, en los sábados más boyantes, que s e ponen de acuerdo para tomar un chisme en la misma zona; algo que nunca se había visto. Aunque lo que más abunda es el bakalao (sin contar la fábrica de Ahumados Domínguez, también vecina del polígono), hay bares y garitos para todos los paladares, incluido un karaoke.Los nombres de los locales, su diseño y su ornamentación son' los reclamos que más se cuidan. Desde los pioneros Juana la Loca o Trópico Utópico hasta, los más recientes, como Pepote Alcorcón, Corre, Ghetto o Barrabá's, hay un abanico de variedad tal que la uniformidad externa de la construcción salta hecha añicos. Los locales son naves industriales diseñadas para el almacenaje, pero sus fachadas forman una verbena multicolor.

Adecentar y poner en marcha un local puede costar ahora entre 10 y 60 millones de pesetas. Los hay con una barra y dos altavoces (los menos) y los que han montado la decoración y el sonido por todo lo alto (los más). No todos pueden mostrar sus licencias en regla. El 80% o la tiene o la ha solicitado; al resto se les ha. requerido o abierto expediente.

Allí no falta de nada. A la hora de reponer fuerzas, la carta de productos tampoco se queda corta. Si a uno no le gusta la pizza, quizá sí le apetezca una hamburguesa, una ración de algo, unos.churros, unos perritos o unos bocadillos crujientes. Si para entonces, cuando aprieta el hambre, no hay nada que despierte el apetito, lo mejor es recogerse el alcohol habrá hecho efecto.

Los días fuertes son los viernes y los sábados. La mayoría de los locales abre á partir de las siete de la tarde. Los últimos cerrarán a las ocho de la mañana del día siguiente; menos la cafeteria San Antonio, que cuando los demás echan el cierre se dedica a vender los churros del desayuno. La primera avalancha de visitantes de Costa Polvoranca son jóvenes de edades comprendidas entre los 11 y los 18 años. Se quedan hasta las diez o las once de la noche. Son los que más problemas dan, sobre todo si cuando para volver a sus casas lo hacen en alguna de las líneas de la empresa De Blas y Cía que están en el radio de influencia del polígono: 511, 12, 13 y 14 (Alcorcón-Madrid) y 520 (Alcorcón-Móstoles).

Los continuos actos vandálicos en el interior de los vehículos y las amenazas a los conductores han llevado a estos a la huelga, que será intermitente durante los fines de semana y festivos hasta que acabe el año. Datos no les faltan para apoyar su protesta. Hasta que se montó un dispositivo de vigilancia policial en el recorrido de las líneas, a finales del pasado mes de mayo, 32 de los 50 autobuses que circulan los sábados y domingos por Alcorcón habían visitado el taller.

En lo que va de año, se han perdido 130 almohadillas de los asientos; han sido destrozados.33 fluorescentes y cuatro lunas; y se han arrancado más de 40 asientos de plástico. Al parte de guerra hay que añadir media docena de desalojos policiales de autobuses y que dos conductores resultaron agredidos (uno con un cuchillo en la mano y apaleado el otro) en el interior de Sus vehículos.

Cobrar una entrada

Una vez acostados los más jóvenes, es el turno de los veinteañeros, las parejas y los matrimonios. "Son ambientes distintos. Los de madrugada son gente mayor, los que vienen por la tarde son críos", dice Toñi, una de las camareras de la cervería Oro Verde. Ella lleva un año en el local, justamente desde que se abrió, y opina que lo que hacen con los autobuses "es una salvajada". -"Habría que cobrar una entrada, y así los niñatos que montan bronca no vendrían; se haría una selección", apunta.Rosa, camarera de la cafetería San Antonio, asegura que la gente de Alcorcón no es la que arma bulla. "Los de aquí se van andando", dice. "Pero hay muchos que vienen de Móstoles, Vallecas, San Blas, Fuencarral...", añade.

Hace un año una empresa de seguridad se encargaba de la vigilancia del polígono; ahora cada garito tiene su portero. Entonces, había una furgoneta que llevaba a casa gratis a los que no se tenían en pie. Tampoco existe ya, como la asociación que englobaba a la mayoría de locales de Costa Polvoranca.

Muchos creen que es el alcohol el que hace actuar a los jóvenes de forma violenta en el interior de los autobuses. Otros, como Rafael Moro, director de servicios de la Policía Municipal de Alcorcón, se inclina por pensar que "es la sensación de grupo la que desinhibe al individuo". "El anonimato de la masa te empuja a hacer algo que tú solo no harías", explica.

Moro argumenta su razonamiento en que en una inspección esporádica realizada por la Policía Municipal a cada uno de los bares y discotecas de Urtinsa el pasado mes de junio tan sólo dos menores fueron sorprendidos bebiendo alcohol en el interior de los locales. Él se sorprende: "Es algo increíble, ¿no?".

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