Peter Pan sueña con Cuenca

Voluntaria o involuntariamente, Todo es mentira aparece ante los Ojos del espectador como una suerte de respuesta hispánica a los filmes norteamericanos que, como Reality bites, intentan mostrar los conciertos de la generación de quienes tienen ahora entre los 20 y 30 años, la tan cacareada generación X.El personaje central de este primer largometraje de Fernández Armero, el que encarna el cantante Coque Malla, es un tipo apocado y en crisis prematura, con problemas para relacionarse con las mujeres y que arrastra tras de sí un monumental complejo de Peter Pan, ese mal del siglo, que responde a la adversidad con un incontrolable deseo de fuga. Pero como estamos en España, ese deseo sólo le lleva a anhelar vivir en Cuenca.

A partir de la apoyatura que le brinda este personaje, Fernández Armero hilvana una historia coral en la que se relacionan hasta cuatro parejas, cada una de las cuales formada a su vez por seres del todo diferentes. Pretensiones de retrato global no le faltan a la película.

Pero Todo es mentira corre ciertos riesgos de los que no logra salir airoso casi nunca: uno, confiar un personaje omnipresente a un actor que, con todos los respetos, está todavía muy verde para acometidos como éste. Dos, llevar la identificación con este personáje más allá de lo recomendable para trazar una auténtico retrato generacional, que como todo diagnóstico, debería ser a la vez distante y comprensivo hacia los personajes y no huir, si es preciso de la crítica. Esta falta de distancia hace que a la postre el filme resulte en exceso benévolo con su protagonista, cuyas actitudes casi siempre tienen la comprensión del cineasta, hasta un, punto que le lleva en ocasiones a la frontera misma de la misoginia.

Y otro, en fin, tiene que ver con el elenco, para el cual armero elige actores o aspirantes capaces, por edad o conocimiento personal de la materia del filme, de meterse en la piel de sus personajes: Malla, Rossenvinge, el propio Colomo. Pero la diferencia de estilos interpertativos y de competencia profesional entre todos ellos, que el director no logra casi nunca cuajar en un verdadero trabajo de equipo, produce una situación curiosa en el interior de la película: a pesar de vérselas con personajes poco agradecidos, las actrices están por encima de sus homólogos masculinos, en especial el trio Cruz-Gil-López, espléndido.

A la postre, lo que cabe salvar del filme junto con el buen hacer de estas actrices, es su voluntad de construir una comedia un tanto diferente, incluso áoida en algunas ocasiones.