Tropas de EE UU toman al asalto la sede del partido que apoya a los golpistas en Haití
ENVIADO ESPECIALCatorce días después del inicio de la Operación Sostener la Democracia en Haití, las tropas estadounidenses pasaron ayer, por fin, a la acción para desmantelar el entramado del régimen dictatorial. En una espectacular. acción, decenas de soldados, apoyados por media docena de carros de combate y en presencia de un gentío entusiasta de partidarios del derrocado Jean-Bertrand Aristide, tomaron al asalto la sede del Frente para el Avance y el Progreso de Haití (FRAPH, el partido que apoya al régimen del general golpista Raoul Cédras) y detuvieron a una treintena de personas. Una patrulla de ocho policías haitianos que se acercó al lugar también fue capturada.
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EEUU detiene en Haití a cuatro cabecillas de las bandas paramilitares que apoyan a Cedrás
Viene de la primera páginaHoras antes, en otra acción fueron detenidos en sus casas el jefe de seguridad del generál Raoul, Cédras, Romero Alloun; Thierry Mourra y otros dos hombres clave en la estructura de los attachés (paramilitares) y del, tráfico de armas. El teniente general Hugh Shelton, jefe de las tropas norteamericanas en Haití, aseguró que serán entregados en su día al Gobierno legítimo. Alloun tiene pasaporte norteamericano, por lo que teóricamente también podría ser encausado en EEUU, como el ex presidente de Panamá Manuel Antonio Noriega.
Miles de personas al grito de Aristide, Aristide! ocuparon los aledaños de la calle Reunión para ser testigos emocionados de la toma de la sede del FRAPH, el brazo político de los attachés, verdadera maquinaria de muerte del régimen. Puerto Príncipe se transformó, como por magia, en el París de la liberación del nazismo. Los soldados estadounidenses, sonrientes y sorprendidos, saludaban como libertadores, como verdaderas estrellas del pop, a una multitud enloquecida que los aclamó sin cesar.
Uno de los rangers norteamericanos bajó chulesco, como un césar romano, su pulgar delante del rostro cariacontecido de uno de los detenidos. ¡Aristide, Ariside! Las tropas norteamericanas empujadas por el jolgorio saludaban puño en alto embriagadas de felicidad. Parecía el mundo al revés.
Redada en Cabo Haitiano
En Cabo Haitiano, al norte del país, se desarrolló una acción similar. Simultánea. El resultado de ambas es la detención de al menos 50 personas, aunque la cifra puede incrementarse.
Cuando los soldados se llevaban a los militantes del FRAPH maniatados a la espalda con tiras de plástico blanco, como vulgares camellos de una redada neoyorquina, de la multitud salieron los más atrevidos. Penetraron armados de palos y cuchillos en la sede del diablo astillando hasta su alma. Sacaron fotos enmohecidas de propaganda con los rostros de los dos Duvalier.
Los muebles de madera, una nevera y una fotocopiadora quedaron transformados en una amasijo mezclado con miles de granos de arroz desparramados. Como en una boda. ¡Aristide, Aristide! Algunos vendedores aprovechaban el tumulto para tratar de vender sus viandas o helados de colorines. En un teléfono arrancado, tirado como un collage en la calle, un joven simulaba una conversación con el presidente de EEUU: "¡Gracias Clinton!", grita entre la jerigonza de la multitud.
Dos automóviles aparentemente abandonados bajo un árbol fueron rodeados como comandos por una excitada patrulla de soldados norteamericanos. Altos y con gafas de sol. Mascando chicle y gritando sílabas con la boca ladeada. El gentío, ajeno al peligro de una bomba, curioseó a un metro de distancia con la sonrisa paralizada. Los soldados rompieron de dos culatazos los cristales laterales del auto, forzando sus cerraduras. "Es un coche de los attachés",dice un hombre. ¡Aristide, Aristide! Uno de estos paramilitares del régimen fue sorprendido a esa misma hora próximo a una pequeña iglesia.
Intento de linchamiento
La gente lo apaleó sin atisbo de piedad. Los garrotazos le impactaban directos en la cabeza, ensangrentándole la cara. El attaché aguantó como pudo en pie, tambaleante, la paliza hasta que lo rescataron milagrosamente vivo los soldados norteamericanos. ¡Aristide, Aristide!
El convoy militar, con los apresados como trofeo, se paseó por delante de los ministerios de Interior y Defensa, Comunicaciones y Salud. Desde las balconadas observaban con cara de tontos y preocupados una decena de funcionarios. Los seguidores de Aristide siguieron a saltitos a los carros de combate y a las furgonetas verde oscuro, escoltándolos. Las maltrechas calles de Puerto Príncipe quedaron levantadas como puas por el peso de los tanques. La guardia del palacio presidencial, dos maniquíes con los pantalones abombados de esconder tanto miedo, miraban detrás de una delgadísima verja, como si fueran invisibles a la venganza.
En la noche del domingo, en un incidente que puede multiplicarse ahora que EE UU ha pasado a la acción, un soldado estadounidense resultó herido grave en Los Cayos, al sureste del país. Dos hombres armados con rifles se le aproximaron cuando se hallaba en el servicio. Pudo esquivar el ataque de uno de ellos, pero no del segundo que le disparó. en el abdomen.
El soldado herido logró repeler la acción matando a dos asaltantes. Éstos contaron con el apoyo logístico de otros dos que se dieron a la fuga. El general Hugh Shelton, jefe de las tropas extranjeras en Haití, no teme que este caso sea el inicio de acciones terroristas desesperadas por parte de los attachés.
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