La Rambla de Barcelona cruza el mar
Barcelona estrenó ayer un paseo inédito: una peculiar rambla -la Rambla de Mar, como ha sido bautizada- que prolonga a la auténtica y surca las aguas del puerto entre el Portal de la Pau y el Moll d'Espanya (Muelle de España) uniendo ambas riberas. Obra de los arquitectos Albert Viaplana y Helio Piñón, la pasarela permitirá a los viandantes descubrir nuevas perspectivas. Pero no sólo eso: ella, en sí misma, se erigirá en una referencia.
El paisaje portuario de Barcelona ya no es el de meses atrás: está contaminado visualmente por la sinuosa caligrafía de este nuevo elemento arquitectónico. Lugar de paso para llegar al gran complejo lúdico y comercial que se construye en el Moll d'Espanya, su vocación trasciende la mera utilidad funcional.Viaplana cree que esta premisa es esencial. Nunca quiso hacer una pasarela y reniega de tal nombre. A su juicio, su obra es lo más parecido a una "playa", donde la gente puede sentir la proximidad de1mar.
En el lado de las golondrinas, en efecto, la plataforma desciende mediante suaves escalones hasta casi tocar el agua. No hay vallas -a diferencia de lo que ocurre en el otro lado- que impidan el paso. Únicamente unos bancos y unas mamparas perpendiculares de cristal marcan los límites.
Con 330 metros de longitud y una anchura de entre 8 y 30, la pasarela tiene una superficie de 6.000 metros cuadrados. Lo de menos será que lleve a alguna parte, un lugar de paso que no precisaba de tanto espacio ni de una inversión tan elevada -500 millones, sufragados por el Puerto-.
Todo es irregularmente curvo, pensado para captar la atención del viandante. Los contornos, los paneles que difunden la luz nocturna..., toman una multiplicidad de formas que se unen y separan ofreciendo desde caja rincón una visión diferente. "La arquitectura precisa actores. No es para ser contemplada estáticamente", explica Viaplana.
El piso, incluido el del puente que se eleva en su parte medía para permitir el paso de pequeñas embarcaciones, es de tablones de madera muy resistente a los elementos y configura ligeras pendientes. El hormigón no existe. El metal y el cristal, sólo mínimamente. Pese a su función estética, casi monumental, el diseño de la pasarela ha tenido por fuerza que tener en cuenta las necesidades de las 300 embarcaciones amarradas en el Real Club Marítimo y el Real Club Náutico, para las que ha sido necesario prever dos pasos.
Para las barcas de menor eslora existe uno franco, por debajo, de 15 metros de ancho. Si es un velero, el puente se abre a través de un mecanismo giratorio. La operación apenas dura 30 segundos. Algo más, cuatro minutos, tarda en abrirse el destinado a los grandes yates situado, junto al Portal de la Pau, donde una plataforma retráctil deja un espacio de 40 metros. Su funcionamiento estará sometido a un horario.
Ahora, el uso ciudadano confirmará si la resolución arquitectónica de algunos de los elementos, -ausencia de barandas, escalones que apenas se perciben, combinación de zonas bien iluminadas con otras sombreadas, anchas separaciones entre los tablones de madera ideales para perder el tacón de un zapato...- no ha sacrificado demasiado la funcionalidad a la estética.
Los críticos tendrán aún otro motivo de queja: poco a poco, el Port Vell se va llenando de edificaciones que se superponen en el horizonte hasta tapar la vista. Viapiana, autor también de la ordenación general del Moll d'Espanya, admite el problema, pero lo relativiza: "La vista se reconstruye siguiendo un recorrido, como si fuera una película".
La Rambla fue inaugurada ayer tarde por el ministro de Obras Públicas, José Borrell, y el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall. Ambos coincidieron en calificar el nuevo espacio urbano como uno de los "lugares más románticos" de la capital catalana.
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