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¿Parto o aborto?

No voy a hablar de la terminación forzada de la concepción, que más que un derecho me parece un fracaso, sino de los Presupuestos del Estado. ¿Son las noticias que leemos las de un parto feliz que puede alegrar a la mamá socialista y al papá convergente, o nos encontramos ante un aborto que supondrá otra desilusión para la familia española?Adivino sabiduría técnica en las pequeñas modificaciones que pretenden introducirse este año. Pero dudo de que el equilibrio general de los gastos y los ingresos sea el que necesitan las finanzas del país.

No soy de los que creen que Convergencia i Unió se ha aliado con los socialistas sólo para sacar los hígados al resto de España. Por el contrario, veo señas de benéfica influencia en algunos de los leves movimientos hacia la racionalidad presupuestaria que se adivinan en el proyecto de ley de Presupuestos que recibirá el Congreso antes de fin de mes.

La más destacada es la reducción de las cotizaciones sociales en un punto, que se cubrirá con el aumento de la tarifa del IVA al 16% y una rebaja del gasto en 160.000 millones. En un sistema de reparto como es el español, no es sensato continuar con la ficción de que las cotizaciones de la Seguridad Social son primas de seguro. El mínimo de protección social debe ser igual para todos los residentes y financiarse con los impuestos generales. Lo adicional y personal, aunque en parte sea obligatorio ahorrarlo y deducible del impuesto personal, es lo que ha de ir a una cartilla de cada uno. Todo lo que reduzca el impuesto sobre el empleo que son las cotizaciones debe ser bienvenido, sobre todo si es una reducción de los beneficios excesivos que ahora concede el Estado.

La financiación a las empresas será más abundante, gracias a que ya no habrá que pagar dos veces, impuesto sobre los dividendos, una cuando tienen la forma de beneficio de las empresas, otra cuando el accionista recibe su remuneración. Las compañías podrán pagar más generosamente el capital riesgo que reciben en el mercado primario de la Bolsa.

También es sensato que los aumentos de los salarios públicos y de pensiones se liguen a la inflación prevista no realizada.

Donde parece empezar el desliz es en la reducción de la tarifa y las retenciones del impuesto sobre la renta o ingresos. No es el momento de hacerlo en este punto punto del ciclo, cuando crecemos por fortuna gracias a las exportaciones y el consumo sigue adormecido. Queremos que se modere el índice de precios al consumo, pese al aumento del IVA, y darnos oxígeno al gasto de los hogares.

EL PAÍS traía en primera página de ayer un cuadro aún más preocupante: Sanidad, +14%; Autonomías, y Ayuntamientos, +5,3%; Obras Públicas y Transportes, +4,1%. Oigo excusas. La Sanidad, dice el partido del Gobierno, porque se prevé y reconoce el gasto verdadero. El total de los gastos aumentará por debajo del PIB nominal, dice, lo que en castellano y en catalán querrá decir por debajo del 5,5%. Aunque nos lo creamos, no creo que el déficit público baje mucho con esta política, ni tampoco los tipos de interés. Además, no se ha dicho ni una sola palabra de empresas públicas, ni de eutanasia de organismos estatales.

Me consolaré, si el presupuesto resulta otra ocasión perdida, viajando incansablemente en el AVE a Sevilla, puerto de mar. Olvidaré los casi tres billones que nos va a costar a los españoles el contrato programa de la RENFE durante los próximos cinco años. Pensaré sólo en que el billete por el que he pagado 13.800 pesetas debe de costarle a la comunidad unas 65.000 (si contamos la vía). Me gusta que me subvencionen.

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