Entusiasmó Joselito
Un lleno hasta la bandera, en el tendido más gente de la que cabía, disputas por los asientos que en el histórico coso talaverano están calculados para una posadera, no para las dos; la segunda posadera había de remontarse en la cadera del vecino, y así la plaza entera pulverizando la teoría de la impenetrabilidad de los cuerpos. Gentes llegadas de todas partes, para ver a Jesulín.Jesulín, Jesulín, le aclamaron en cuanto compareció en la arena-, y luego, corrida adelante, cuánto entusiasmo, menudo delirio, qué fenomenal alboroto. Pero no fue Jesulín quien lo provocó, con su tortilla y sus parones famosos. Fue -¡gran sorpresa!, !calla corazón!- el propio toreo, el de siempre, el que juzgan eterno, y lo interpretó Joselito, en tarde de inspiración.
Oliveira / Joselito, Ponce, Jesulín
Cinco toros de Oliveira Irmaos (uno fue devuelto por inválido), chicos, impresentables los tres primeros; inválidos. 4º sobrero de Luis Algarra, terciado, sospechoso de afeitado, flojo, pastueño. Joselito: cuatro pinchazos y estocada caída (aplausos y saludos); media trasera perdiendo la muleta, ruedas insistentes de peones y tres descabellos (dos orejas). Enrique Ponce: pinchazo hondo caído, ruedas de peones y tres descabellos (silencio); estocada caída (ovación y salida al tercio). Jesulín de Ubrique: bajonazo trasero (dos orejas); bajonazo descarado (oreja). Plaza de Talavera de la Reina, 22 de septiembre. 2a corrida de feria. Lleno.
Joselito, reencontrado consígo mismo esta otoñal tarde talaverana de fervor jesulinista, le hizo a un toro que de toro no tenía nada, una faena bonita, armoniosa, bien construída, pespunteada de suertes variopintas. Concluída cada tanda del toreo llamado básico, se iba lejos, citaba frontal, el toro que de toro no tenía nada acudía presto, lo vaciaba con un cambio de mano, un molinete de nuevo cuño, el llamado pase de las flores, y ya estaba engarzando en el adorno el toreo que dicen de fuNdamento.
Olés estruendosos, ovaciones cerradas rubricaban la faena, lo cual no es indicativo de nada, pues en Talavera lo aplauden todo: el pase bueno y el pase malo; el pase al toro y el pase al aire; el pase presunto, el pase fallido, la intención de dar un pase, el pasemisí y el pasemisá. Pero cuando Joselito hizo así, y abrió el compás, y ligó de verdad, hondo y ceñido, tres redondos con la trincherilla, la plaza entera, las gentes llegadas de todas partes, saltaron de sus asientos al unísono, prorrumpiendo en uno de las más fragorosas conmociones que haya conocido coso alguno.
Nadie podría entender cómo se desencajaron súbita y simultáneamente las miles de posaderas, ni sería fácil explicar cómo se encajaron de nuevo al volver la multitud a sus asientos. Seguramente no pudieron encajarse, pues ya no dio tiempo. Mas a nadie importó, porque el toreo bueno había obrado el milagro de impartir el estado de gracia, sumiendo al gentío en seráfica ingravidez. Y eso que de toreo bueno sólo hubo sombras, apuntes, retazos, la tanda honda de redondos y los adornados engarces aparte -Joselito abusaba del pico, no ligaba la suertes, rectificaba terreno en los remates, el toro no tenía nada de toro-, lo cual hace pensar que si un día un diestro le cuaja el toreo puro a un toro íntegro, puede ser el fin del mundo.
Jesulín complació plenamente al jesulinismo -mayoritariamente femenino y vocinglero- con las tortillas, los parones, los circulares, los rodillazos y toda la gama tremendista, que se dejaron hacer sus dos novillos moribundos. Enrique Ponce no le pudo dar dos pases seguidos a los suyos, que se desmayaban en cada intento. Otro tanto le ocurrió a Joselito con la ratita que abrió plaza. O sea, que no hubo toros. ¡Oh, qué gran invento!: la corrida de toros sin toros. Como el ragut de ternera sin ternera, la merluza en salsa verde sin merluza, la paella sin arroz...
Babelia
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