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FERIA DE GUADALAJARA

¡Un toro!

Salió un toro y la gente no se lo podía creer. ¡Un toro!, exclamaba al verlo, entero y verdadero, cuajado y hondo, serio y con sus astas vueltas. A gran parte del público le llamó la atención, principalmente, la cornamenta. No tenía nada de particular -era la que han venido luciendo los toros toda la vida de Dios- pero el nuevo público está acostumbrado a ver unos muñones que apenas rebasan la frente del toro, y al aparecer armado aquel ejemplar, debió creer que emergía Belcebú de los infiernos.Joselito estuvo discreto con ese toro, que hacía quinto. Lo lanceó bien de capa, mandó y templó en unos ayudados, instrumentó tanda de redondos abierto el compás, y el resto de la faena ya quedó desigual pues el toro perdió embestida. Un estoconazo devolvió al público el entusiasmo que había perdido hacía rato, y el presidente tuvo la amabilidad de concederle al diestro dos orejas.

Cuatro hierros / Joselito, Ponce

Tres primeros toros de Luis Algarra, mochos e inválidos; 4º de Jandilla, devuelto por impresentable; sobrero de Castillejo de Huerba, discreto, manso, banderillas negras; dos de Gabriel Rojas: 5º con trapío manejable, 6º anovillado e inválido. Los anunciados de Sepúlveda fueron rechazados en el reconocimiento. Julio Aparicio se negó a torear por el cambio de toros. Joselito: estocada trasera (oreja); aviso antes de matar, pinchazo bajo y estocada perdiendo la muleta (oreja); estocada (dos orejas). Enrique Ponce: pinchazo hondo caído, rueda insistente de peones, descabello -aviso- y descabello (ovación y salida al tercio); estocada (dos orejas); estocada (oreja). Plaza de Guadalajara, 17 de septiembre. 4ª corrida de feria. Lleno.

Las orejas, que no falten. Se cortaron siete y a punto estuvieron de ser todas. Llega a matar pronto Ponce un toro y a estar más reposado en otro, y caen las 12. Los píngües beneficios que reportaba el coladero se los perdió Julio Aparicio, quien se dio a la fuga porque rechazados los toros anunciados, metieron entre los sustitutos aquel galán de respetable cornamenta. En cambio la taquilla no se perdió nada. Si algunos aficionados decidieron devolver sus localidades por la ausencia de Aparicio, otros las compraron por el mismo motivo y hubo un lleno hasta la bandera. Correteaba el tercer toro y aún seguía entrando gente.

Los tres toros que algunos espectadores no llegaron a ver fueron el tubo de la risa: gordezuelos, desmochados e inválidos, se dejaron pegar cuantos pases quisieron los diestros, con mejor temple y armonía Joselito, con más ligazón Ponce. El cuarto parecía un perro al que alguien había gastado la broma de ponerle unos cuernos y en cuanto apareció se armó fenomenal revuelo. Almohadillas y botes cayeron violentamente al redondel. Devuelto, salió un manso al que intentaron picar en los puros medios, se reprodujo entonces el escandalazo y numerosos objetos arrojadizos alcanzaron al picador, su jaca y su castoreño.

Condenado a banderillas negras el manso, acabó manejable y Ponce lo toreó pundonoroso y valiente. El sexto no tenía trapío y a este lo molió a derechazos con unas prisas como si fuera a perder el tren. En realidad Ponce aplicó a los tres toros de su lote la faena-patrón, daba igual que uno fuera borrego, el siguiente manso, el último encastado: los ayudados, tandas de derechazos con el pico, una de naturales desangelados, vuelta a los derechazos. Unicamente introdujo cierta variación en los finales, que fueron surrealistas: al borrego lo dobló por bajo a pesar de que estaba inválido; al manso, necesitado de celo y dominio, le dio aire con los molinetes; al encastadito, ideal para un toreo de arte, tremendismo de rodillas.

Claro que estas son disquisiciones propias del Cossío y allí sólo importaban las orejas. Pues sea. Resultados cantan: Joselito, 4; Ponce, 3. Ganó Joselito y se llevó los dos puntos, con el honor de haber estoqueado el único toro de la corrida. Y quizá del mes.

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