El viejo debate de la modernidad
El choque entre Carmen Alborch y María Corral, una exuberante valenciana y una cántabra testaruda, escapa a las dimensiones habituales de las últimas trifulcas que han ido estallando en el ministerio de Cultura, cual petardos verbeneros, desde que la antigua directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) fuera llamada a la Corte para formar parte del gabinete surgido de las últimas elecciones generales. No deja de ser paradójico que hayan tenido que pasar 15 meses para que Alborch haya podido finalmente ocupar el lugar para el que más cualificada estaba cuando llegó al ministerio y probablemente el único sobre el que, desde el primer momento, tenía un proyecto definido y preciso, no en balde fue su labor al frente del IVAM -reconocidida internacionalmente- la que le proporcionó la fama de excelente gestora cultural.Pero más paradójico aún es que, al margen de las diferencias personales, el punto de ruptura entre ambas se haya producido en torno al viejo debate de las vanguardias y la modernidad; del nacionalismo y el cosmopilitismo; del realismo y lo informal. Corral se ha ido definiendo con contundencia desde que su falta de tacto desató la polémica sobre Antonio López y el realismo hasta sus últimas reacciones viscerales cuando se pulso en duda la excelencia de la reciente exposición de Joseph Beuys.
Alborch, en sus tiempos de directora del IVAM, apostó igualmente por la vanguardia y lo extranjero. Pero 15 meses en el poder cambian las percepciones y no va a ser el arte -la cultura subvencionada, para ser más precisos- lo que escape a esta agitada y larguísima campaña electoral.
Babelia
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