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Antes de la batalla por la abstracción

Como cuando tuvieron lugar, hace unos años, las miniretrospectivas de estos mismos pinto es en la Fundación Juan March, de Madrid, si bien entonces exhibiéndose de forma individual y temporalmente por separado -una, en 1978, y la otra, en 1982-, también ahora hay que saludar con alborozo la presencia en nuestro país de una exposición, en este caso conjunta, con obras del ruso, nacionalizado francés, V. Kandinsky (Moscú, 1866 Neully-sur-Seine, 1944) y del holandés Piet Mondrian (Amersfoort, 1872-Nueva York, 1944), cada uno de los cuales no sólo fue fundador y protagonista principal de grupos de la vanguardia histórica tan relevantes como respectivamente los del Der Blaue Reiter (El jinete azul) y del neoplasticismo, sino que constituyeron sendos eslabones decisivos hacia la primera abstracción. Evidentemente, ese saludo alborozado previo, que acabo de pregonar, respondía y sigue respondiendo a la ausencia de obra de ambos en nuestras colecciones públicas.De todas formas, como el tiempo no pasa en balde, pues, entremedias de aquellas muestras antes aludidas y la presente, se produjeron además otras comparecencias locales de estos pintores en el seno de muestras olectivas históricas, la que ahora exhibe La Caixa madrileña, antes de partir para Barcelona, tiene como designio monográfico mostrarnos selectivamente la interesante evolución de Kandinsky y Mondrian antes de consumarse sus respectivos lenguajes abstractos, expresionista el del primero y geométrico el del segundo. Hay, desde luego, diversas razones que avalan la oportunidad de este punto de vista, además de la continuidad generacional, pues nacen casi a la vez y mueren el mismo año, como su respectiva procedencia de países culturalmente excéntricos respecto a lo que fue la línea dominante parisiense durante la vanguardia histórica, el que se produjera casi simultáneamente -durante la segunda década del siglo su convergencia en el lenguaje abstracto y, en fin, entre otras cosas, la importantísima aportación de ambos en el campo de la teoría de este nuevo arte, ya que los dos publicaron textos decisivos en este sentido, destinados a convertirse casi en biblias de los neófitos.

Por lo demás, no me extraña que el comisario de la muestra haya sido Thomas M. Messer, antiguo director del Museo Guggenheim de Nueva York, un museo que originalmente fue concebido por esa sacerdotisa de la abstracción que fue Hilla Rebay, que estaba encima completamente compenetrada con las preocupaciones místicas y teosóficas que embargaron por igual a Kandinsky y Mondrian, aunque luego sus respectivas interpretaciones de la abstracción y la espiritualidad fueran muy distintas entre sí. Sea como sea, el planteamiento llevado a cabo en esta exposición tiene complementariamente una gran utilidad didáctica entre nosotros, pues se puede apreciar la lógica interna de la evolución seguida por ambos desde sus primeros pasos figurativos hasta el salto cualitativo de su maduro lenguaje abstracto, lo que circunstancialmente ilustrará a los renuentes que todavía siguen creyendo que esas obras no figurativas son un producto caprichoso en su génesis y desarrollo.

En cualquier caso, la abundancia y calidad de algunas de las obras aquí seleccionadas permite elevar la cota de inteligencia -o así lo espero- para contemplar esta exposición, pues, con el desentrañmiento de la trama de la primera etapa figurativa de ambos, que son dos auténticos maestros del arte de nuestro siglo, no sólo vemos la unidad sensible y espiritual que preside unitariamente toda su trayectoria juvenil o madura, sino sus raíces históricas más remotas. Así, tras Kandinsky, resuenan los ritmos decorativos y luminosos de la vieja tradición bizantina de los iconos, entreverada con los exaltados raptos líricos de la expresividad eslava, mientras que, tras Mondrian, se dibuja en perspectiva esa imagen del realismo óptico de los holandeses, que ya Saenredam elevó a la categoría de pura geometría y es canción rítmica en sus representaciones de los interiores de las blancas y desnudas iglesias protestantes.

Mejor y más amplia la selección que aquí se ha logrado de Mondrian, por la que se accede, en primer lugar, a la exposición, la de Kandinsky; no obstante, nos ofrece algunas piezas primeras verdaderamente exquisitas, a través de cuyo pequeño formato podemos apreciar una síntesis cromática y una construcción mediante diminutas pinceladas empastadas, que revelan una inteligencia y una emotividad sobrecogedoras. En este sentido, a partir de cada obra en singular, hay mucho que degustar y comprender en esta bella muestra, y, por tanto, se diría que también hay mucho para comentar, pero, terminado el espacio disponible , me limito sólo a sugerirlo.

Kandinsky-Mondrian.- Dos caminos hacia la abstracción. Sala de exposiciones de la Fundación La Caixa. Serrano, 60. Madrid. Del 16 de septiembre al 13 de noviembre de 1994.

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