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Una inyección de moral para Felipe González

El presidente español olvida los problemas internos en un baño de elogios en Paraguay

Cada visita a América Latina es para Felipe González una oportunidad de resarcirse de todos los tormentos a los que sus adversarios, sus aliados o sus compañeros de partido le so meten en España. "Es una inyección de moral" antes de adentrarse en el curso político, comenta un miembro del séquito que le ha acompañado en su visita a Paraguay.En Cartagena de Indias (Colombia), sus colegas latinoamericanos le levantaron los ánimos a González tras la desarrota socialista en las elecciones europeas del 12 de junio. En Paraguay, la simpatía, la admiración o la clara adulación que le manifiestan desde el sábado sus anfitriones alegran a un presidente que comprueba cómo al otro lado del Atlántico su prestigio permanece aún más intacto que en la vieja Europa, que le reclamó en vano en julio que encabezara la Comisión Europea.

Primero están las palabras. La Orden Nacional del Mérito que le impuso a González el jefe de Estado paraguayo, el conservador Juan Carlos Wasmosy, servirá, dijo el anfitrión, para "que comprobéis la simpatía, el respetó y hasta la admiración que os profesa el pueblo paraguayo, conocedor de vuestra brillante carrera política y de vuestra celebrada gestión".

¿Pura retórica para agradar al huésped?. No del todo. Antes de que llegase a Paraguay, los responsables de la oposición de este país, que no ha rematado aún su transición democrática, se declaraban ansiosos por escuchar sus consejos. Cuando aterrizó y se fue a pescar al río Paraná, la prensa local le describió como un personaje simpático que, haciendo caso omiso de las recomendaciones de seguridad, saludaba a los fotógrafos desde su barca.

"Ilustre ciudadano"

Y es que Felipillo, como le llaman cariñosamente a veces a gritos por las calles de Asunción, se transforma al otro lado del Atlántico. A veces se para a dar un apretón de manos a transeúntes que le aplauden desde las aceras o acaricia la cabeza de los alumnos de la escuela Comuneros, que con sus banderitas españolas han venido a agradecerle que la cooperación española financie la construcción en el término de Limpio, donde está situado su colegio, de 650 viviendas sociales para chabolistas. Son gestos que hace mucho tiempo que ha dejado de hacer en España.El intendente municipal de Limpio, una aglomeración periférica de 55.000 habitantes, le entregó anteayer un pergamino nombrándole por unanimidad de la Junta Municipal "ilustre ciudadano de la ciudad", entre otros motivos, por "su liderazgo mundial". Visto desde España el argumento parece grotesco, pero, además de querer manifestar así su agradecimiento, es probable que el primer edil esté convencido, como lo están numerosos dirigentes paraguayos, de que González es un líder europeo y el mejor valedor de su continente ante la UE.

No en balde el jefe del Gobierno les ha prometido no ahorrar esfuerzos para concluir durante la presidencia española de la UE, en el segundo semestre de 1995, un acuerdo de libre comercio entre los Doce y Mercosur, recién creado mercado común del Cono Sur latinoamericano, del que forma parte Paraguay.

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El elogio más profundo y sincero se lo hizo, sin embargo, el joven alcalde socialdemócrata de Asunción, Carlos Filizzola, al entregarle las llaves de la capital. "Su presencia en nuestra ciudad", le dijo, "es fortalecedora y reconfortante, ya que usted representa la imagen del cambio en el que muchos de los responsables políticos progresistas nos hemos inspirado".

"Usted", prosiguió Filizzola, "no sólo tiene la honra de un pasado de lucha contra la dictadura, sino que ha sabido además, desde la responsabilidad del Gobierno, gestionar el progreso de su país desde los principios de igualdad y solidaridad". La sonrisa de González mientras le escuchaba revelaba su satisfacción. Los militares paraguayos se abstuvieron de aplaudir una alocución repleta de denuncias contra los tiranosaurios Franco y Stroessner.

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