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Víctor Ullate presenta "El amor Brujo" en Madrid con pocas esperanzas de continuidad

La falta de ayudas amenaza de cierre a las compañías privadas de danza

El coreógrafo Víctor Ullate (Zaragoza, 1947) levantará mañana el telón del teatro de La Zarzuela de Madrid, para iniciar la temporada con su versión de El amor brujo en medio de una dificil disyuntiva. Con golosas proposiciones en el extranjero y magníficos proyectos para su compañía, la escaséz de ayudas suficientes y estables amenaza la continuidad y estabilidad de su ballet. Se trata de una crisis que se extiende a toda la danza española, desde la tradicional a la más contemporánea, donde no hay una respuesta de las instituciones ni del patrocinio privado.

El Ballet Víctor Ullate dejó hace tiempo de ser una promesa para convertirse en el fenómeno más importante de las artes escénicas españolas de los últimos tiempos. Después del estreno mundial en Sevilla de El amor brujo el pasado mes de febrero y de exitosas giras de verano por Italia, Francia y Suiza, el coreógrafo zaragozano se enfrenta a un difícil momento de su trayectoria: "Mi deseo es seguir adelante con la compañía, pero el ballet es sagrado y hay que hacerlo bien. No se puede continuar a medias".Ullate cree que sus bailarines están preparados para enfrentar cualquier tipo de trabajo. "Estoy muy orgulloso de mis bailarines y de que un 95% de la plantilla sea española. La atmósfera de trabajo y camaradería conseguidas aquí es única, y es por ello que no me cierro a nada. Mi propia experiencia personal me dice que hay que estar abierto a todo, clásico o moderno. Siempre lo importante es el listón de calidad que te impongas a ti mismo y que seas capaz de transmitir".

Un problema de todos

La compañía, que tiene compromisos hasta 1996, ve peligar su continuidad: "Estoy consciente de que no es solamente mi problema, sino el de toda la danza española en todos los estilos. Yo tengo giras concertadas y compromisos con varios teatros españoles y de fuera, pero para continuar han de cambiar las cosas. No quiero compararme con nadie; simplemente estoy valorando de lo que son capaces mis artistas, del producto que ofrezco y mientras los ballets nacionales tienen presupuestos que sobrepasan los 800 millones de pesetas cada uno, yo recibo menos de 50 para vivir todo el año con una plantilla de más de 30 personas. Hay que hacer filigranas para llegar a fin de mes y seguir por amor al arte, esa es la verdad". Víctor Ullate tiene esperanzas de encontrar un patrocinador: "En este momento estamos ya trabajando en un nuevo programa clásico que estrenaremos en el Teatro de Madrid de La Vaguada en el mes de diciembre, con sorpresas del gran repertorio académico que el público también quiere ver, pero necesitamos con urgencia un patrocinador, pues el ballet clásico es muy caro para hacer" lo en condiciones óptimas. Yo tengo esperanzas de encontrar ese patrocinador, ya sea puntualmente para ese programa o para que apoye a la compañía por toda una temporada, como sucede en tantos países europeos y en Norteamérica. La nueva ley de mecenazgo creo que facilita las cosas, pero el caso es que también los grandes patrocinadores como Telefónica o Tabacalera están monopolizados por las compañías estatales. Después de diciembre, ya veremos qué pasa".

Ullate se niega a entrar en polémicas por el estilo y las tendencias estéticas: "Han convertido absurdamente lo del ballet moderno o ballet clásico en una lucha sin cuartel entre estilos y formas de entender la danza y el trabajo, y es estéril, pues para que exista una cultura plural tiene que haber de todo; moderno y clásico deben convivir civilizadamente. El problema en España es la irregularidad y la improvisación, la falta de proporciones a la hora de repartir los medios. Sé que mi compañía tiene un alto nivel. Más que proteger a un coreógrafo en particular, el deber de los poderes públicos es proteger a la danza en su variedad".

Una escuela española

Últimamente se habla de Víctor Ullate no sólo como director o maestro sino como impulsor de una escuela española de ballet que pone en práctica a través de sus coreografías. "Eso es muy ambicioso, y si hay rasgos propios en el trabajo, es producto de muchas horas, años y esfuerzo que ahora pueden irse por la borda. La escuela española de ballet es un ideal que debemos tener siempre en mente, aunque sin pretender hacer milagros de la noche a la mañana. El amor brujo es un granito de arena en ese edificio por construir".

El Ballet Víctor Ullate estrena mañana El amor Brujo en el teatro de La Zarzuela en una función benéfica patrocinada por la Unicef, cuya recaudación se destina a los niños ruandeses afectados por la guerra; la obra con música de Manuel de Falla, donde intervienen como invitados especiales la cantaora Carmen Linares y el bailarín-bailaor Miguel Ángel Rojas, se mantendrá en cartel hasta el día 14 de este mes.

El drama de los modernos del baile

Mónica Runde es coreógrafa y codirectora del grupo de danza contemporánea 10 y 10, el único en la Comunidad de Madrid que mantiene una plantilla estable de ocho artistas, y coincide con los planteamiento de Víctor Ullate: "No existe una verdadera política de apoyo estable a la danza. Este año hemos recibido la concertación por parte de la Comunidad, pero no se nos ayuda a producir espectáculos. La red de teatros de la región funciona a espaldas de las necesidades de los coreógrafos locales y es muy duro el día a día". Runde, que cosechó con su grupo un éxito de público y crítica en el American Dance Festival de este año, reconoce que así es muy difícil trabajar. "Nuestras experiencias en el extranjero son todas buenas, y hasta hemos pensado en trasladarnos a Alemania, donde despues de actuar en Francfort y en Berlín, nos han propuesto una residencia; aquí se habla de centros coreográficos, pero realmente vemos muy poco en la práctica".La mayoría de los más importantes coreógrafos modernos han optado por el solo, como es el caso del catalán Cesc Gelabert o de la valenciana Gracel Meneu. Sólo ocasionalmente los creadores convocan una agrupación temporal, a la que dan de alta para algunas actuaciones, o cuando disponen de medios para una producción. El nivel artístico se resiente de esta precariedad, y Ramón Oller, uno de los más interesantes creadores actuales, ya plantó cara al festival Grec de Barcelona este año, convocando a la prensa y suspendiendo las actuaciones por falta de apoyo del evento que les había programado y abandonado a su suerte: "Encontré poco eco en la propia profesión a la hora de poner las cosas en su sitio y hablar claro". Oller, como un iluminado que sigue adelante creando febrilmente sin parar, inició en Esparragueras un proyecto de creación y formación que sigue llevando adelante por sus propios medios y sin una sólida respuesta oficial.

Por su parte, la coreógrafa madrileña Carmen Werner se embarcó el año pasado en la apertura de un estudio en el barrio de La Ventilla que no quiere ser una escuela privada más, sino un centro de acción coreográfica activo donde se dé cita la vanguardia: "Ha sido difícil, pero la experiencia anima cada día. Nos hemos asociado con el grupo 10 y 10 Danza, y si en Madrid no hay un espacio público para la danza, como parece. que sucederá a partir de esta temporada, lo haremos nosotros en este modesto local. Aquí se podra estrenar y experimentar. Para eso estamos".

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