Cuidar al toro
La fiesta se transforma en pantomima cuando sus valores se, invierten; cuando en lugar de poderle al toro, y después lidiarle mejor o peor, hay que cuidarle para que no se caiga continuamente. La representación se transmuta entonces en tauroballet, la emoción desaparece, el electroencefalograma del festejo torna plano... y el coletudo es feliz. Con la tora bobalicona que necesita muletas, para apoyarse, en lugar de la flámula escarlata para domeñarla, los diestros crepitan facilongo toreo de salón.La corrida salió chochona, amorrada, abrochadita y ayuna de fuerzas, lo que Joselito y Aparicio aprovecharon para cascabelear tranquilamente sus respectivos artes con pases de todas las marcas, que escribían los revisteros antiguos. Y con la ya habitual, inasequible al desaliento e inestimable colaboración del usía, José Luis Gómez, cuyo reloj no marca las horas ni los avisos, ambos salieron a hombros.
Alcurrucén / Joselito, Aparicio, Barrera
Toros de Alcurrucén, desiguales de presentación, manejables y flojos en general, siendo 1º, 3º y 4º inválidos. Todos muy cómodos de cabezas y sospechosos de pitones. Joselito: silencio; dos orejas; salió a hombros. Julio Aparicio: silencio; dos orejas; salió a hombros. Vicente Barrera: silencio; palmas. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 2 de septiembre. 6ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada
Un suceso nada extraordinario, en la Tercera, ya que en dos días consecutivos se han colado por su puerta grande cinco de los seis espadas, lo cual ante tan enormes facilidades constituye un fracaso de órdago para el que no lo logra a la sazón Vicente Barrera, incapaz siquiera de llevarse una sóla orejita.
Joselito le echó imaginación y variedad al torear rodilla en tierra con el capotillo al cuarto e intervenir en un airoso quite por delantales. Después se entrenó con esa malvita inválida y se permitió el lujo de tirar la espada a la arena y torear al natural con la mano derecha- También debió tirarla frente al que abrió plaza, que se derrumbó a mitad de faena. Pese a los intentos de su cuadrilla en pleno, flojísima de fuerza como el bicho, éste siguió acamado y hubo que apuntillarlo.
Huracán de entrega
Aparicio, vulgarote con el anovillado segundo, se transformó milagrosamente después, quizás espoleado por el triunfo de Joselito, y fue un huracán de entrega con el quinto, otra hermanita de la caridad, frente a la que alboreó desmayadas suertes, desgarro y cante hondo ribeteado de puro sentimiento. Las trincherillas y los ayudados finales constituyen un monumento plástico, como un monumento al matarife habría que hacerle por sus feísimos espadazos.Barrera, perfilero y pelma, saltó al ruedo con el casete amanoletado puesto y ni el inválido tercero ni el último le permitió más que tibios arabescos entre excesos de enganchones. Ya está dicho que se fue de vacío en San Sebastián de los Reyes. Todo un enorme fiasco.
Babelia
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