Un prisionero real
Nada más recuperar el conocimiento, Biscúter también quiso recuperar su mandíbula, y hacia allí se llevó una mano. Estaba esposado y en un coche. Conducía la muchacha falsamente poca cosa, era noche cerrada, y la ausencia de vida a uno y otro lado de la autopista le incitó a pensar que tal vez estaban atravesando los famosos Monegros, aunque poco había viajado él en su vida, como no fuera los repetidos cruces de la frontera de Andorra cuando vivía en el principado y robaba todos los fines de semana los coches más bonitos que veía. Se ponía tejanos, zapatos de gamuza, se peinaba como Paul porque le parecía más melódico Anka que Presley y se iba a fardar de coche por las discotecas de La Seo, y algunas veces había llegado más allá de Lérida, a Mollerusa, donde ejercía un compañero de cárcel, "el famoso chulo de Mollerusa", casado con una rica heredera. Le venían los recuerdos al run run de la carretera que les llevaba a Lérida, a juzgar por los rótulos, y quizá a Barcelona, adonde quisiera aquella titi. Reunió las mejores cuerdas vocales para pedir explicaciones.-¿Puedo considerarme su prisionero?
La mujer volvió hacia él todas sus escaseces.
-¿Ya te has despertado, mochuelo? Tutéame. No soporto que me hablen de usted.
Ella se estremeció y asió el volante como un protector.
-¡Como prisionero de guerra sucia, exijo que se me informe sobre la naturaleza del bando que me ha detenido y el lugar al que me llevan!
-Yo pertenezco a los cerdos ibéricos, corazón, pero estamos en un trabajo muy coordinado, en el que participan muchos servicios paralelos. No te pongas neura y todo saldrá debuten. Anda, duérmete o te sacudo otra vez. No vamos por la autopista para que no te venga la ocurrencia de pedir socorro en los peajes, por lo que me vería obligada a dejaros hechos dos coladores a ti y al del peaje, que suelen ser padres de familia sin alternativas laborales. Ahí tienes whisky y gelocatiles en el mueble bar, por si te duele la barbilla.
Se recostó Biscúter en el asiento trasero de aquel coche tan de lujo que era un Jaguar y a esa virtud se debía la sensación de que el asfalto apenas oponía resistencia.
-iHosti! ¡Un Jaguar!
-Y todo para ti, bonito.
Del mueble bar de cristal e iluminado se sirvió un whisky Knockando con hielo y dos gelocatiles. No luchó contra el sueño, y de él salía si el coche reducía marcha y finalmente cuando sintió que se había detenido en el final del trayecto. Se abrió la portezuela más próxima a su cabeza, y dos manos enormes le cogieron por los hombros, tiraron de él, y cuando pensaba que iban a dejarle caer contra el suelo, fue una camilla la que recibió su entumecido cuerpo. No podía ver la cara del que llevaba la camilla, ni arrojarse en marcha, la flanqueaban dos uniformados, mientras la mujer abría paso empujando puertas obedientes. Circulaban por un largo túnel iluminado por un casi constante tubo de neón y segmentado de vez en cuando por puertas batientes. Otro subterráneo. Sin ventanas. Le habían quitado el reloj y... ¡la cartera!...
-¡Mi cartera!
Gritó. La mujer le dedicó una mirada desdeñosa.
-Catalán tenías que ser.
-¿Qué catalán ni que leches? Llevaba 200.000 pelas que me había dado mi jefe...
-He pagado el hotel...
Inaudito. Ni siquiera había dormido una noche en el hotel... La camilla llegaba a su destino y todo le indicaba que podía ponerse de pie, y así lo hizo para continuar sus demandas sobre el billetero.
-¡Yo te he visto fisgando en mi billetero! ¡Sólo tú has podido quedarte la pasta!
La desganada ni le hacía caso, los portadores no parecían interesados en el conflicto, por más que Biscúter trataba de implicarles. Fue en el mirar y remirar a su alrededor para pedir explicaciones y justicia cuando percibió un rostro vagamente conocido. A una distancia suficiente, permanecía con los brazos cruzados y media sonrisa comprensiva uno de los aragoneses que habían contratado a Carvalho. El más chupado: PNF... el cantor de jotas... Se quedó Biscúter traspuesto, oyendo sin oír lo que PNF le decía a la mujer.
-Estoy de los cerdos ibéricos hasta los mismísimos... Que salga ese dinero o me quejaré al Gran Consejo.
Y luego, con gran despliegue de encías y dentadura...
-Biscúter, nos encontramos en situación poco propicia para usted.
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