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Las últimas tropas rusas salen hoy de Alemania

El canciller federal alemán, el democristiano HeImut Kohl (CDU), aprovechará la histórica ceremonia, hoy en Berlín, de la despedida a las últimas tropas rusas estacionadas en Alemania, para tratar con el presidente ruso, Borís Yeltsin, el problema del contrabando de materiales radiactivos procedentes de la antigua URSS y de la situación en Bosnia. Se cierra hoy una página que abarca casi medio siglo de la reciente historia de Europa: la despedida de los últimos soldados rusos, el ejército que permaneció en Alemania, primero como liberador y luego como ocupante, en apoyo de una dictadura en la que se dieron la mano la componente prusiana con la estalinista, sobre el territorio de la desaparecida República Democrática Alemana.

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La ceremonia se celebra cuando ya han transcurrido más de 49 años desde aquella histórica foto en la que un soldado del Ejército Rojo ondeaba la bandera con la hoz y el martillo sobre las ruinas del Reichstag en Berlín. Fue el símbolo palpable del derrumbamiento del régimen de Hitler.Lo que comenzó como liberación del nazismo hitleriano degeneró en dictadura comunista, apoyada por las tropas soviéticas. La población alemana no olvida las estaciones de esa dictadura: bloqueo de Berlín Oeste en 1948, ordenado por Stalin; represión por los tanques soviéticos del levantamiento obrero y popular, el 17 de junio de 1953; construcción del muro de Berlín, el 13 de agosto de 1961; y separación de las dos Alemanias por más de 1.000 kilómetros de alambradas y campos de minas.

Todas estas estaciones del particular via crucis alemán han pesado más que el agradecimiento por el papel representado hace ahora casi cinco años por las tropas soviéticas cuando, en 1989, la dirección de la antigua URSS renunció a apoyar por más tiempo la dictadura de la RDA. Sin el apoyo de las tropas que ayer abandonaron de forma definitiva Alemania, el régimen de Berlín Este se vino abajo y la RDA desapareció del mapa de Europa.

Despedida de segunda

Por este motivo la despedida de las tropas rusas tiene un cierto tufo a. despedida de segunda categoría, porque no se realiza en una ceremonia conjunta Con los otros tres aliados vencedores de la Segunda Guerra Mundial -Estados Unidos, Reino Unido y Francia- el próximo 8 de septiembre. Ni Alemania ni los aliados querían mezclar las dos ceremonias, para dejar marcadas las diferencias entre los países considerados amigos y la potencia ocupante que cimentó la segunda dictadura alemana de este siglo en la RDA.

Con dificultad, Kohl y Yeltsin acordaron el pasado mes de mayo, durante la visita a Bonn del presidente ruso, los detalles de la ceremonia de hoy. En un principio, el Gobierno alemán no quería siquiera que los actos se celebrasen en Berlín y trató de celebrar la despedida en la ciudad de Weimar. Al final se llegó a un compromiso y se evitó el contrasentido histórico de que la despedida del Ejército que liberó a Berlín del nazismo no pudiese despedirse en la antigua y nueva capital alemana.

La astucia política de Kohl le ha permitido incluso conseguir acortar los plazos para despedir a las tropas rusas. En un principio estaba previsto un período de unos meses más, pero se aceleró el proceso. Así, Kohl se apunta una baza más de cara a las elecciones federales del próximo 16 de octubre, y podrá aprovecharse de muchos minutos de telediarios y primeras páginas con su imagen en el momento de despedir a los rusos.

Esto evocará de forma inevitable en la conciencia del electorado que Kohl ha sido el artífice de la reunificación y el hombre que ha conseguido durante su mandato que las tropas rusas abandonen Alemania.

Además, Kohl ha anticipado que aprovechará el encuentro con Yeltsin para tratar de forma directa el problema que asusta a muchos ciudadanos alemanes: el contrabando de material nuclear procedente de la antigua Unión Soviética. El canciller alemán ha declarado ya que piensa hablar con Yeltsin del problema: "Estoy en contacto permanente con el presidente Yeltsin por este motivo y vamos a discutir con detalle las soluciones para el problema".

Kohl no da puntada sin hilo y mata dos pájaros de un solo tiro: se presenta ante los electores como el canciller de la reunificación alemana y como el gobernante que trata de evitar el peligro de la diseminación de materiales radiactivos por Alemania, como una secuela no deseada de la descomposición del antiguo imperio soviético.

En Alemania no quedan más que 2.100 soldados rusos de lo que en su día fuera orgullo y tropa de élite del Ejército Rojo, el llamado Grupo Occidental estacionado en Alemania. En los últimos cinco años, desde la caída del muro de Berlín, unos 700.000 soldados rusos abandonaron Alemania y casi medio millón de personal civil y familiares. Las informaciones y comentarios de algunos de los militares que ahora regresan a su patria explican en buena medida que vendan todo lo que tienen a mano para salir de la miseria.

Las crónicas de corresponsales en Moscú publicadas en la prensa alemana estos días aseguran por ejemplo: "A los retornados les esperan situaciones desesperadas y una carencia absoluta de perspectivas personales y profesionales.

La miseria social de las familias de oficiales se ha convertido en algo proverbial, sobre todo el problema de la vivienda, que, a pesar de los fondos aportados por Bonn, continúa siendo catastrófico".

Al lado de la puerta de Brandeburgo, en Berlín, a escasos 500 metros del Reichstag, donde hace casi medio siglo un soldado soviético hizo ondear la bandera con la hoz y el martillo, rusos de paisano ofrecen a los turistas por unos marcos los restos del otrora glorioso Ejército Rojo: gorras de oficiales, relojes, condecoraciones y toda la quincalla militar imaginable. Nada tiene de extraño que en otros lugares más discretos se trafique con armamento o lo que sea con tal de paliar un poco la miseria.

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