A fuego y piedra
DOS HOMBRES envueltos en llamas salen corriendo de un coche; vocifera la masa de la que se han destacado los que lanzaron el artefacto. Uno de los que huyen intenta apagar las llamas revolcándose en tierra, pero es apedreado y tiene que lanzarse al cauce de un río.Elías Canetti, el Nobel de origen sefardí fallecido hace unos días, describió en Masa y poder las características de lo que llama "masas de acoso": el grupo "sale a matar, y sabe a quién quiere matar; cada cual se abre paso hasta las proximidades de la víctima; si no puede golpear, quiere ver cómo golpean los demás. Razón de su crecimiento es la ausencia de peligro de la empresa. La superioridad de su lado es total. La víctima nada puede hacer. Huye o perece". Según Canetti, existen dos variantes: la lapidación y la muerte por fuego. Ambas se utilizaron simultáneamente el sábado pasado en Rentería, Guipúzcoa.
Algunas personas, nacionalistas de vieja data, dicen no entender que los cachorros de ETA arremetan contra la Ertzaintza, siendo as! que la existencia de una policía vasca con plenas competencias fue siempre una de las principales reivindicaciones del nacionalismo. Sin embargo, está en la lógica de los grupos organizados en tomo al principio de la violencia la búsqueda incesante de nuevos enemigos que justifiquen la perpetuación de su actividad armada. El destino final de esos grupos es con frecuencia volver las armas contra los suyos: contra aquellos a los que dicen representar y cuyos intereses auténticos defender.
En eso están ahora ETA y sus amigos, y lo verdaderamente inexplicable es que aún haya nacionalistas que digan que, si bien están en desacuerdo con sus métodos, comparten los fines de ETA y los sentimientos que inspiran a sus activistas. Si esos fines se realizasen un día, Retolaza, Arzalluz y Ardanza, entre otros muchos tendrían que pasar a la clandestinidad o exiliarse.
Seis miembros de la policía autonómica han perdido la vida a manos de ETA, y bastantes más han sido víctimas de la brutalidad de sus alevines. Lo del sábado en Rentería era algo largamente buscado. Se trataba del quinto atentado de ese tipo contra patrullas de la Ertzaintza registrado en esa localidad desde enero. Los agentes habían logrado escapar al fuego hasta ahora. Palizas como la sufrida recientemente por dos agentes en una taberna de HB en San Sebastián, o el linchamiento de otro el año pasado en Bilbao -grabado en vídeo; nadie podrá alegar que no sabe de qué va-, recuerdan fuertemente la dialéctica fascista de los puños y las pistolas. Que haya personas que diciéndose de izquierda se extasíen ante esas partidas de la porra es una de las cosas más inexplicables de la sociedad vasca actual.
La campaña de amedrentamiento contra los miembros de la policía autonómica incluye también la difusión de octavillas con sus nombres y las matrículas de sus coches particulares, y la quema de algunos de éstos. Uno de los efectos de esa campaña ha sido demostrar que el contencioso de que hablan los comunicados de ETA para justificar sus crímenes no se plantea, como pretenden, entre Euskadi y España, sino entre unos vascos y otros. Y que la frontera que divide a los pacíficos de los violentos es la misma que separa a quienes defienden la autonomía de quienes la combaten. Ojalá que el calor de la campaña electoral para las nuevas elecciones que ayer convocó el lehendakari no haga olvidar esa ecuación.
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