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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Plutonio a granel

LOS CASOS recientes de contrabando nuclear detecta dos en Alemania y otros países europeos han puesto sobre el tapete dos realidades que no por ya conocidas son menos alarmantes. La primera, que son varios los países interesados en poseer el arma atómica -se da por hecho que algunos ya la tienen- y sumarse por la puerta falsa y violando el Tratado de No Proliferación (TNP), que la mayoría ha firmado, al selecto club de las potencias nucleares. Y la segunda, que el desmantelamiento de las armas nucleares por parte de norteamericanos y rusos está acumulando grandes excedentes de uranio 235 altamente enriquecido y plutonio.Estas sustancias son una grave amenaza porque sirven de materia prima para nuevas bombas. El peligro obliga a los responsables de EE UU y Rusia a extremar su vigilancia. Pero en el caso ruso y en el de Ucrania -que cuenta aún con parte del potencial nuclear de la antigua URSS-, esto parece hoy imposible. El sistema de control del potencial nuclear civil y militar de Rusia y Ucrania se ha desmoronado. Científicos, militares y otros órganos de control carecen ya de la mínima organización necesaria y son fácilmente corruptibles.

La aprehensión, hace dos semanas, de 300 gramos de plutonio en Múnich, un caso en el que están implicados dos españoles, es muy inquietante. Aunque también se ha apuntado a plantas en Ucrania, se ha dicho que este plutonio procede de la ciudad secreta siberiana Tomsk-7, una de las tres especializadas en su producción. De ser cierto, este plutonio habría salido del núcleo más vigilado e inaccesible del complejo militar-nuclear ruso, de una de las 10 ciudades secretas que Moscú insiste en calificar de absolutamente seguras.

La captura esta semana, por parte de la policía rusa, de dos ingenieros que habían robado 10 kilos de uranio no enriquecido en la planta en que trabajaban, Arzamás-16, demuestra lo corruptible que se acaba siendo en la miseria. Arzamás-16 es la capital del complejo nuclear militar ruso, un archipiélago de 10 ciudades cerradas en las que viven un millón de personas y trabajan 150.000 técnicos, entre 2.000 y 3.000 de ellos depositarios de secretos de Estado. El uranio procedente del desmantelamiento de armas puede ser fácilmente reconvertido para ser usado en centrales de producción eléctrica, pero la reconversión o inutilización de esas 100 toneladas de plutonio es más difícil, y mientras no se decida qué hacer con él debería estar sometido a un estricto control. Los últimos acontecimientos demuestran que urge hallar mecanismos para que ese control esté garantizado. Esto no parece fácil sin que los depósitos del material nuclear queden sometidos a control exterior, ya sea bilateral o internacional. Pero los políticos y los científicos rusos son contrarios a este control, a no ser que ellos obtengan como contrapartida el derecho a la vigilancia de los almacenamientos norteamericanos. Una vigilancia recíproca entre potencias nucleares podría ser la solución. Todo es mejor que la falta de control que da acceso a materiales nucleares a todo aquel que disponga de pocos escrúpulos y algunos dólares.

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Hay que impedir que el caos actual sea aprovechado por terceros países para hacer añicos un Tratado de No Proliferación que habrá de ser renovado el año próximo y que, pese a sus imperfecciones, ha sido muy útil para impedir una extensión del peligro nuclear y -la peor pesadilla- que dictadores y terroristas accedan a estas armas.

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