El milagro de Mondéjar
Antonio Mondéjar, que repetía tras su buena actuación del pasado 1 de agosto, en aquella tarde con complicadísimos toros de encaste saltillo, buscaba ahora ya el milagro del triunfo definitivo y afianzador con el encierro de Valverde, una moruchada de mulos con cuernos. Los bicornes, de basta pezuña, no resultaron tan terroríficos como en anteriores comparecencias, pero sí maulones, abantos y, para redondear el petardo, de escasísimas fuerzas y poder.Llegados aquí en el relato, es imprescindible constatar que tan sandios bichos, que escarbaban como gallinas en estercolero y que hubiesen sacado los colores al que fue su propietario hasta su reciente fallecimiento, el bueno de don Cesáreo Sánchez -sacerdote para más señas-, empeoraron por la pésima lidia y la fuerte leña que les dieron a troche y moche los piconeros desde sus acorazadas. No obstante y pese a todo, Mondéjar rozó el glorioso milagro.
Valverde / Vioque, Mondéjar, Plaza
Toros de Valverde, bien presentados, descastados y flojos.Fermín Vioque: estocada trasera y dos descabellos (silencio); estocada corta al encuentro y descabello (silencio). Antonio Mondéjar: pinchazo sin soltar y estocada caída (silencio); estocada tendida (ovación y saludos tras escasa petición). Fernando José Plaza, que confirmaba la alternativa: pinchazo, otro sin soltar -aviso-, pinchazo sin soltar, pinchazo y estocada desprendida (algunas palmas); dos pinchazos sin soltar, otro hondo caído y cinco descabellos (silencio). Se guardó un minuto de silencio al conmemorarse el 47º aniversario de la muerte de Manolete. Plaza de Las Ventas, 28 de agosto. Un cuarto de entrada.
Decisión de éxito
Tal portento aconteció en el quinto, simplemente de pelín menor catadura que sus hermanos, y que brindó para demostrar su inasequible decisión de éxito. Le enseñó a seguir los vuelos de la flámula con largos ayudados por bajo, y después, con esa muleta planchá y a base de redaños, le robó cortas series de redondos y naturales, a los que faltó ligazón, y hasta un molinete de rodillas. Era el momento de enterrar la espada, pero cometió el posmoderno error de prolongar su faena cuando en el pozo no había más agua y el final resultó algo ambrollero. Con el boyancón anterior, Mondéjar ya había mostrado su bizarra entrega.También Fernando José Plaza puso alma ante semejantes bureles. Igualmente brindó su descompuesto segundo, de derrotona cabeza, e intentó casi inútilmente aplicarle el estilo ojedistajesuliniano: encimismo y muleta retrasada. Un estilo al que añadió el tesoro de la ligazón en un rodalico de terreno con el de la ceremonia. Mas el espigado coletudo utilizó la espada como una capellina y montó sendos mítines en ambos, lo que disminuyó el fervor y el balance.
Vioque ha anunciado su retirada este año y quizás por ello adoleció de corta decisión y leve jinda. Comprensible, pues para su despedida venteña, nada peor que los toros del cura.
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