Sólo falta la chispa
Un centenar de intelectuales se movilizan contra la degradación provocada por el tendido eléctrico y las basuras en la Alpujarra granadina
JESÚS ARIASEl paisaje es hermoso, violento, sobrecogedor. "Y puede arder en cualquier instante, quemarse para siempre", sentencia el pintor Francisco Ramírez desde el mirador de su casa en Capileira, en el corazón de la Alpujarra granadina. Ramírez muestra los tendidos de alta tensión sobre arboledas y barrancos, los cables eléctricos colgando de las casas, de los balcones, atados a las ramas de los nogales. El peligro de incendio por cortocircuito es tan evidente que un centenar de intelectuales y artistas de todo el país ha iniciado una campaña de denuncias contra la Compañía Sevillana de Electricidad, en cargada del abastecimiento, para evitar que los pueblos de la comarca ardan por los cuatro costados.
La Alpujarra, uno de los últimos paraísos de Andalucía, refugio de creadores como Gerald Brenan, Steven Spielberg, Víctor Erice o Enrique Morente, está protegida por el plan especial del parque natural de Sierra Nevada, el plan de pueblos históricos del Barranco del Poqueira y el plan de protección de la Unesco a la arquitectura rústica universal.
Ninguno de ellos, sin embargo, ha podido evitar que la compañía Sevillana, que electrifica toda Andalucía, haya cableado la comarca sin tener en cuenta el impacto medioambiental. Hay torretas a las que se encaraman los niños para jugar, transformadores que arden un año sí y otro también.
"Lo que ha perpetrado aquí la compañía", afirma Ramírez, "es un atentado contra la ecología, con una falta absoluta de respeto por la arquitectura de estos pueblos, y está poniendo en peligro de incendio a toda la Alpujarra. Sólo falta una chispa para que todo se ponga a arder". Ramírez, coordinador provincial de Izquierda Socialista y antiguo responsable cultural de la Unesco, ha conseguido congregar a un centenar de artistas e intelectuales -Mario Maya, Luis Carandell, Víctor Erice y Adelaida García Morales, entre otros- para que firmen un manifiesto redactado por el poeta José Ladrón de Guevara en el que se denuncia "el peor crimen ecológico que se está llevando a cabo en Andalucía".
Una exposición fotográfica, en la que está previsto que participen artistas como Ricardo Martín Morales, "reflejará los desmanes que se cometen en la Alpujarra", en tanto que catedráticos de la Facultad de Derecho de Granada se encargarán de emprender las acciones judiciales por un presunta negligencia y otro de atentado contra el medio ambiente. "La iniciativa surgió de personas relacionadas con el mundo de la cultura que visitaron la Alpujarra y se quedaron escandalizadas ante tanta falta de sensibilidad para con el paisaje y unos pueblos únicos", comenta Ramírez. "Lo que pretendemos es que se respete el entorno y se entierren los cables".
Hace cuatro años, durante unas reparaciones, un cable de alta tensión cayó sobre un encinar de Bubión, un pueblo de 300 habitantes y con casas moriscas del siglo XVI que aún se mantienen en pie. "Ardieron las diez hectáreas de encinas antiguas", explica una vecina a compañía sevillana indemnizó al Ayuntamiento con 70.000 pesetas".
"Hemos presentado muchísimas quejas ante la compañía", dice por su lado Antonio Pérez Robles, alcalde socialista de Pampaneira, otro de los pueblos afectados y donde, en 1952, se instaló una central eléctrica. "Pero nunca nos han echo caso, pasan de nosotros". "El tendido eléctrico, además de afear al pueblo, es un desastre, porque se va la luz cada dos por tres". En las calles de cualquier pueblo alpujarreño -Capileira, Pitres, Pampaneira, Bubión-, cuando el viento arrecia "los cables chocan y saltan chispas", dice Manuel, un labrador ya jubilado. "En Bubión, las mujeres dejaron de ir al lavadero público, situado a sólo tres metros de un transformador, porque al tocar el agua les daba corriente", recuerda otra vecina. Los relámpagos de ese mismo transformador iluminaron toda una noche el Barranco del Poqueira antes de echarse a arder mientras temblaba el suelo.
"Y todo esto", argumenta Ramírez, "ha tenido el visto bueno de los ayuntamientos, de la Comisión Provincial de Urbanismo y hasta de la Junta de Andalucía, que concedió el premio Andalucía de empresas a la compañía eléctrica".
La ruta de los vertederos
Los cortocircuitos eléctricos no son el único problema de La Alpujarra, último vestigio morisco de Granada. Los vertederos incontrolados de basura se han convertido desde hace 11 años en una auténtica obsesión para los habitantes de la comarca.Barrancos de centenares de metros acumulan toneladas de basura a las afueras de los pueblos sin que la Administración haga nada por evitarlo En pueblos como Trévelez, famoso por sus jamones, la sal utilizada para curarlos es arrojada barranco abajo año tras año, desertizando la tierra.
Otro de los vertederos incontrolados, próximo a Pampaneira, fue cubierto con tierra hace unos meses para que los Reyes, que visitaban la región en helicóptero, no lo vieran. Ahora ha vuelto a su estado primitivo.
"Muchos viajeros que han venido aquí deciden no volver por culpa de las basuras", explica una mujer de Bubión. "No hay un, solo cartel que advierta que esto es un parque natural para que la gente se conciencie. Cuando uno va a un hotel de cinco estrellas, anda de puntillas por la moqueta. Aquí debería ser lo mismo".
El escritor Gerald Brenan alentó hace años a que se denunciara el asunto de los vertederos. "Él siempre decía lo mal que se sentía por tener que tirar en el barranco su paquete de basura".
Ecologistas y artistas llevan denunciando el asunto durante lustros sin resultado. Al final, han optado por la única medida que creían eficaz: colocar carteles de aviso a los conductores que visitan la zona y en los que se puede leer: "Bienvenidos a la ruta de los vertederos".
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