Mercados inestables
La máxima depreciación de la peseta en el año frente al marco alemán y un descenso igualmente espectacular en el precio de los bonos españoles (ascenso de sus tasas de interés hasta niveles superiores al 11% para la referencia de 10 años) constituyen los exponentes más ilustrativos del particular impacto sobre nuestros mercados financieros de los renovados episodios de inestabilidad en la generalidad de los mercados internacionales de deuda, y en especial los europeos, durante la pasada semana.Desde el pasado febrero, cuando la Reserva Federal estadounidense decidió la primera elevación de los tipos de interés a corto plazo, los mercados financieros, y sobre todo los de bonos, más sensibles a las expectativas de inflación, han registrado un significativo descenso en sus precios (un aumento en sus exigencias de rentabilidad). En un contexto de elevada integración internacional, ese descenso se ha trasladado rápidamente al resto de los mercados. Ello ha tenido lugar en una situación de manifiesta debilidad del dólar frente a las principales divisas, a consecuencia, sobre todo, de las dificultades para resolver el importante contencioso con Japón. En julio, el desequilibrio comercial bilateral ha vuelto a registrar un aumento en favor del país asiático.
La decisión de la Reserva Federal, el pasado martes, de elevar en medio punto sus tipos de interés de referencia no consiguió reducir la debilidad de la moneda americana; esta debilidad se agravó con la decisión del banco central alemán, el jueves, de no modificar sus tipos de interés.
La rápida contaminación a los mercados europeos está relacionada con el asentamiento de las perspectivas de recuperación económica. El riesgo de que esa recuperación alimente las tendencias inflacionistas latentes pondría fin al proceso de reducción de los tipos de interés. Esas tensiones se hacen más explícitas en los mercados considerados periféricos que presentan factores específicos de incertidumbre. Suecia, Italia y España son, en este sentido, centros de atención preferente. Los bancos centrales de los dos primeros tuvieron que elevar sus tipos de interés, el pasado día 11, para evitar una mayor depreciación de sus monedas, y en nuestro país se aguardan las próximas jornadas con no poca inquietud.
La intensa depreciación de la peseta frente al marco alemán ha extendido las tensiones alcistas en los tipos de interés a los plazos más cortos, anticipando no sólo el final de la senda descendente mantenida a lo largo de este año, sino la eventualidad de una elevación si persisten esas presiones contra la peseta. Una situación delicada para el Banco de España, en la que deberá confrontar la evolución, en general favorable, de los fundamentos de nuestra economía con esa percepción de riesgo diferencial con que hoy es contemplada nuestra economía y sus activos financieros por los inversores internacionales. No más cómoda es la situación para el Tesoro, que, a pesar del esfuerzo de diversificación de sus fuentes de financiación, no podrá evitar el encarecimiento de las mismas y su impacto adverso sobre las cuentas públicas.
Un panorama, en definitiva, que además de ilustrar los perfiles más adversos del amplio grado de integración financiera internacional, de la limitada capacidad de las autoridades nacionales para compensar ese creciente dominio de los mercados financieros, puede llegar a comprometer el proceso de recuperación económica en curso. Si negativos ya han sido los efectos de la crisis de los mercados de deuda sobre los resultados de las entidades bancarias españolas, su extensión a los plazos más cortos y al mercado de divisas puede contribuir a endurecer las condiciones de financiación del conjunto de la economía. El resultado sería inhibir las todavía tímidas decisiones de inversión privadas, básicas para consolidar la senda de crecimiento y su necesaria contribución a la reducción del desempleo.
No es mucho lo que puede hacer el Gobierno español o el Banco de España ante una situación del alcance de la creada. En su mano está, sin embargo, no incorporar a los factores de riesgo que hoy perciben los mercados financieros elementos adicionales que dificultarían considerablemente la superación de las tensiones. La clarificación de las líneas por las que discurrirán los próximos presupuestos y la continuidad en las reformas estructurales de la economía contribuirían a ello, como lo haría la definición de un marco de entendimiento entre las fuerzas sociales que posibilitara la creación de empleo en las necesarias condiciones de estabilidad.
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