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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Franco, el único caudillo

Mi admirado Francisco Tomás y Valiente, con su afirmación de que caudillo no hay más que uno -EL PAÍS, 7 de agosto-, nos ha gastado una chanza veraniega, a la que no hubiera reaccionado si no fuera porque, tratándose de persona tan inteligente y leída, me parece un síntoma, ya más que preocupante, del provincianismo con que se argumenta hoy en nuestro mundo cultural. En efecto, los conceptos de caudillo y de caudillismo, tal como los emplea la sociología política, son anteriores, a la vez que no se solapan en todos sus puntos con el significado que jurídica y propagandísticamente conlleva la denominación oficial del anterior jefe de Estado como caudillo de España por la gracia de Dios. Seguro que Tomás y Valiente conoce la amplia literatura sobre caudillos y caudillismo en América Latina, así como no ignorará el papel que el caudillo (führer) ocupa en la sociología política de Max Weber: para recordar sólo un ejemplo referido a los regímenes liberal-parlamentarios, la función principal del Parlamento sería la "selección del caudillo" (Führerauslese).

Si la categoría sociológica de caudillo, aplicada a Felipe González, encaja en el sentido en que se utiliza en América Latina, y el caudillismo de González sería un . elemento residual, propio de nuestro subdesarrollo político, o lo hace mejor en la weberiana, tal como se ha aplicado a Helmut Kohl y Margaret Thatcher, es tema que tendría mucha tela que cortar. En todo caso, lo que me importa recalcar es que una buena parte de los que hemos aludido a elementos caudillistas en Felipe González teníamos muy olvidado a Franco.

Ahora bien, si, como quiere Tomás y Valiente, el único caudillo que ha existido en la historia fuese Franco, o peor, que los españoles al utilizar un concepto tan extendido no pudiéramos tener a otro en mente, hasta tal punto estaríamos marcados por el franquismo, entonces sí que se carga de razón, ya que entre el anterior jefe de Estado y el actual presidente del Gobierno, a primera vista, no se descubre en común más que el haber viajado en el Azor, pero puede que con el tiempo se perciban otras semejanzas: todavía no hemos ganado la suficiente distancia para adentrarnos con cierta objetividad en el espinoso tema de las analogías.

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El que Francisco Tomás y Valiente, pasando por encima de una extensa bibliografía, ponga en relación exclusiva el concepto de caudillo con el anterior jefe de Estado, y además se entretenga en marcar las evidentes diferencias con González, parece la mejor broma del verano, si es que, con la malicia que nos reprocha, no se quiere interpretar como prueba del nivel al que han descendido los defensores más acérrimos del actual presidente para atacar a la izquierda y a la derecha, ambas convictas del mismo pecado, aunque convenga no mencionar más que a la segunda.-

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