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Los organizadores abren gratis las puertas de Woodstock 94

Los cerca de 300.000 asistentes toman el control del campamento, donde se produce la primera víctima mortal

Los guardias de seguridad que controlaban la entrada a Woodstock 94 abandonaron, a mediodía de ayer, las puertas de acceso al recinto dejando la entrada libre para todo el mundo, al igual que sucedió hace 25 años. No es el teatro de la ópera de Viena. Es Woodstock. Y en Woodstock, repitiendo lo sucedido en 1969, llueve y la gente se moja, se tropieza, se cae y se reboza en el barro y la basura. Y alguno se muere. Las autoridades policiales y sanitarias que regularmente dan el parte de incidencias como si se tratara de un desembarco, confirmaron ayer que un indi viduo había fallecido el viernes a consecuencia de un paro cardiaco. El rumor de otras dos muertes no fue confirmado. Sin embargo, sí se anunció que los servicios médicos atendieron a 750 personas.

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El recinto de Woodstock 94 está a plena capacidad y ya no caben más coches en los aparcamientos disuasorios. Poco después de mediodía los agentes de seguridad que controlaban los accesos al recinto empezaron a desaparecer. La agencia Reuter habla de decenas de miles de personas colándose a través de los agujeros practicados en las vallas, cargados con cajas de cerveza y rompiendo la ley seca supuestamente dictada por la organización, y cita a un solitario agente que, indignado y nervioso mientras ante sus narices cruzan cientos de personas cargadas de bebidas y saltándose los detectores de metales, asegura: "Esto viene de arriba. Lo hemos perdido. Hemos perdido el control".Entre el escenario sur y el norte, la organización dijo que más de 250.000 personas se habían reunido en el campamento de Saugerties, y ya no hay sitio para nadie más. 10.000 empleados y 5.000 periodistas de todo el mundo completan la población de la nación Woodstock 94 que es ya un éxito de convocatoria indiscutible.

El día de ayer comenzó con unas leves gotas de lluvia. El calor que sin embargo se apoderó de la mañana extrajo lo peor del sistema de desagües, de los contenedores de basura y de los miles de cuerpos forrados en ropa psicodélica sin lavar.

En el aspecto musical, Woodstock 94 se puso en velocidad de crucero cuando Joe Cocker, veterano del concierto de 1969, salió al escenario principal. Cocker, que parece resistir dignamente el paso del tiempo, cantó su famosa versión de With a little help from my friends, y se despidió diciendo "nos vemos en el 20l9". Luego reconocióque le había resultado "extraño" repetir después de 25 años y que de los grupos actuales le gustaban los Counting Crows, aunque se confundió y dijo los Black Crowes.

Por todos los rincones del recinto, las caras alucinadas de la mayor parte del público se tornan decepcionadas por los estrictos itinerarios que hay que seguir para desplazarse por el festival, y casi todas las vallas tienen agujeros por donde atajan los impacientes.

La vida se desarrolla como en un pequeño pueblo o un campa mento militar hiperactivo: siempre hay gente duchándose bajo los surtidores de agua, siempre hay gente cambiando moneda en el Banco de Woodstock, siempre hay colas para llamar por teléfono en las cabinas especialmente habilitadas para que el jovencísimo público llame a tranquilizar a sus padres. La gran parte de los asistentes- tiene en torno a los 20 anos, y muchos no llegan.

Después de Joe Cocker se presentaron los muy molestos raperos Cypress Hill, cuyos ritmos drogados y repetitivos representan el lado más chusco de la música joven de estos momentos en Estados Unidos.

Durante su actuación, las drogas y el alcohol ya eran moneda común en la nación Woodstock. La gente mete cervezas en cajas de 24 latas y dice que nadie le ha puesto pegas, pero además es casi seguro que muchos de ellos se están colando. De hecho, el diario The New York Times afirma en su edición de ayer que en muchas de las puertas ni siquiera, se están pidiendo las entradas.

%Por qué no se permite fumar porros en Woodstock 94?", preguntó anteayer un periodista al alma mater del festival, Michael Lang. La respuesta fue clafísima: "¿Ha estado usted entre el público?". La marihuana es onmipresente en Woodstock, seguida en popularidad por el ácido y los hongos alucinógenos, que para muchos resultan más saludables que las hamburguesas.

A las cuatro de la tarde, 10 de la noche de ayer en España, una señal de alarma se extendió por el recinto cuando la lluvia se delató con violencia sobre Saugerties. Desde la megafonía se pedía al público que se alejara de las vallas metálicas y se bajara de los postes y lugares elevados.

Durante unos 30 minutos, el tráfico humano quedó congestionado y no se podía ir a ningún sitio. La gente ahuyaba y levantaba los brazos al cielo en, un aparente gesto de agradecimiento. Además, era el turno de la durísima Rollins Band sobre el escenario. Henry Rollins es un predicador culturista que lidera un grupo pos punk de bastante seguimiento en Estados Unidos.

Tras la furia de la tormenta y de Henry Rollins, llegó la calma de la mano de Melissa Etheridge y de The Band en el escenario sur. Con pocos miembros originales, The Band interpretó The Weight y sonó muy bien mientras el sol volvía a salir en Saugerties.

John Scher, presidente de Polygram, pidió a los medios de comunicación que no se limitaran a difundir los aspectos más problemáticos del evento y que se dieran cuenta que todo estaba funcionando con fluidez.

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