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190.000 personas inauguran Woodstock 94

El festival de la década abre sus puertas con grupos de segunda fila y el intento de recobrar el espirítu del 69

¿Será un momento histórico o un concierto demasiado largo? La respuesta llegará cuando pasen las 60 horas de Woodstock 94, iniciadas ayer entre la frondosa vegetación de Saugerties, al norte de la ciudad de Nueva York, con una sorpresa no anunciada: el grupo Violent Femmes. Ayer, 190.000 personas inauguraron un festival que, si aspira a convertirse en algo trascendente, deberá demostrar que no es tan sólo lo que el diario The New York Times describe como "un cruce entre un Estado policial y un multicentro comercial". Curiosamente, las previsiones meteorológicas para estos días son como las de hace 25 años, cuando una espectacular tormenta creó en Woodstock 69 aquellas míticas imágenes de gente rebozándose en el barro.

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Ciento noventa mil personas pasaron ayer por los detectores de metales con los que la organización de Woodstock 94 ha puesto puertas al campo. Es una pradera ondulada en donde la hierba ya está destruida, y el festival aún no ha empezado. Una ciudad de tres días para revivir con una planificación milimétrica algo que ocurrió espontáneamente hace 25 años. El jefe de la policía local dijo que no se esperaba a tanta gente antes del primer día del evento que en teoría era hoy. Durante el viernes se siguieron vendiendo entradas con el objetivo de alcanzar la cifra de 250.000 asistentes que la organización se había propuesto.

Cuarenta y ocho heridos requirieron cuidados médicos por lesiones diversas en las primeras horas de la ocupación del macro-campamento, que tiene departamento de bomberos y moneda propia para comprar perritos calientes y Pepsi Cola aguada.

Los 5.000 periodistas de me dios de comunicación de todo el mundo, unidos al personal técnico y a las patrullas de la paz (equipos de seguridad) producen la impresión de que hay más gente con pases especiales que con tribuyentes al erario de Woodstock Ventures y PolyGram, los principales promotores.

Pero se trata sólo de una impresión que pierde fuerza con un breve vistazo al público que se ha derramado medio desnudo y sobre telas de todos los colores frente al escenario principal. El verde de los árboles que rodea la zona, el azul de los tejanos desgarrados y el color de la piel al aire libre crea un mosaico casi indiscernible de la reunión de Woodstock 69.

Centro comercial

El resto del colorido lo proporcionan los miles de tiendas de campaña que se multiplican por segundos en todos los puntos cardinales. Y los tenderetes de camisetas, de artesanía india, de organizaciones ecológicas, de in cienso y de instrumentos musicales que aportan a Woodstock 94 el aire de centro comercial que desde luego no tuvo en el 69.

Todo está tan planificado que el aparente caos da la impresión de ser auténtico. Algunos se re vuelven en el barro imitando los bailes hippies de hace un cuarto de siglo, pero el agua que ha pro ducido el lodo no cae por ahora del cielo sino de unas gigantescas duchas-surtidores que son parte del complejo entramado de fontanería que recorre el subsuelo.

El recinto también está plagado de hileras interminables de retretes portátiles cuya eficacia aún está por demostrar pero que en cualquier caso no invitan a ser utilizados.

También habrá música en Woodstock 94, pero todavía no ha comenzado. Al menos en serio. Bandas ignotas como Futu Futu, Three, o Jackyl acompañaron en la tarde de ayer a grupos algo más conocidos como James o Del Amitri, y a última hora se esperaba que saliera al escenario el, único plato medianamente fuerte del día: Violent Femmes.

Como ya se sabe, el alcohol y las drogas no están permitidos en el festival, pero uno de los cantantes apareció ayer sobre el escenario fumando un cigarrillo de marihuana que ofrecía simbólicamente al público a través de la gigantesca pantalla de vídeo. En un estallido de violencia similar al protagonizado por Pete Townshend, de The Who, en 1969 cuando destrozó su guitarra contra las tablas, ese músico acompañó luego el ritmo de una canción con una sierra mecánica que utilizó después para destruir un taburete en llamas.

A pesar de todo, el coronel James O'Donnell, oficial de policía del Estado de Nueva York, afirmó ayer que hubo cinco arrestos: cuatro por alcoholismo y uno por posesión de marihuana, realizados mientras los grupos Rekk Roguish Armament y Master of None actuaban en los dos gigantescos escenarios dispuestos en la explanada de tres kilómetros cuadrados. La presencia de los perros policía no ha impedido que el característico olor de la marihuana flote sobre las tiendas de los miles de asistentes repartidos por el recinto.

Mientras, dos chicas caminaban entre el público con las palabras "quiero un ácido" impresas en la espalda e intentando no pisarle la cabeza a alguno de los muchos que increíblemente parecen estar dormidos en medio de la multitud.

Aun así, algunos siguen creyendo que esto es una reunión de paz y amor, y sobre el público ondea una bandera de Estados Unidos con un símbolo de la paz en lugar de las estrellas. Otros levantan los dos dedos en un gesto pacifista que esperan sea inmortalizado por un fotógrafo o un cámara de televisión.

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