El Gobierno ruandés sigue sin convencer a los refugiados para que regresen
ENRIC GONZÁLEZ ENVIADO ESPECIAL, El nuevo Gobierno ruandés ya no sabe qué hacer para convencer a los refugiados de que pueden regresar sin miedo. El presidente de la república, el hutu, Pasteur Bizimungu, viajó el miércoles a Giseny, junto a la frontera zaireña, para "ofrecer una garantía personal" a quienes no tengan "las manos manchadas de sangre".
Los refugiados, más de tres millones distribuidos entre Zaire, Tanzania y Burundi, que representan más de un tercio de la población de un país en el que se pudren las cosechas porque no hay quien las recoja, no se dejan convencer. Una delegación de religiosos viajó desde Goma (Zaire) hasta Kigali para recibir garantías similares. En el exilio imperan el terror y la convicción de que los tutsis se cobrarán venganza, un día u otro, por las matanzas perpetradas por los hutus entre abril y junio.El autodenominado "Gobierno legítimo de Ruanda", formado por los hutus del norte que impulsaron el genocidio contra los tutsis, difunde el miedo desde su exilio en Goma. Su gente recorre los campos de refugiados advirtiendo que, al otro lado de la frontera, sólo les espera una muerte atroz. "Decimos la verdad. Y, en cualquier caso, tenemos derecho a la libertad de expresión", afirma un tanto chulesco Alphonse Garuyana, en cuya tarjeta se lee el cargo de "director de comunicación".
Cuando las palabras no bastan, se utilizan la coacción y las agresiones para impedir el regreso a los que creen, no sin cierta razón, que cualquier cosa es preferible a morir, a razón de 500 por día, en un campo de miseria y excrementos. Pero muchos están convencidos de antemano. "Aquí estoy viva, allí no", afirma Marie Joseph, una campesina hutu que amamanta a una criatura con un pecho exhausto. Los voluntarios de la ONU tuvieron que suspender ayer la distribución de alimentos en dos campos de refugiados de Goma tras los disturbios que se desataron entre la multitud, en los que tres personas murieron apaleadas.
El Comité Internacional de la Cruz Roja ha contabilizado 227 detenidos (militares, milicianos y civiles hutus), acusados por las nuevas autoridades ruandesas de haber participado en las matanzas. La Cruz Roja no les considera prisioneros de guerra. No son sólo los antiguos dirigentes extremistas hutus o los ejecutores materiales del genocidio quienes difunden el miedo. Prácticamente todos los religiosos extranjeros hablan de los tutsis y del Frente Patriótico Ruandés (FPR) como del diablo. Jesús Jáuregui, coordinador de Cáritas, afirma que "los tutsis matarán a todo hutu que sepa leer y escribir para mantener en la esclavitud a la etnia mayoritaria [los hutus son el 85% de la población], y eso lo sabe cualquiera que conozca la historia de Ruanda".
Cosas similares se escuchan en boca de cualquier monja o sacerdote, y de numerosos cooperantes seglares que llevan años en la región. El FPR es anticlerical, y en este momento sólo hay un sacerdote ejerciendo en Kigali. Los religiosos siempre han simpatizado más con los hutus que con los tutsis. Fue la educación recibida en las misiones la que permitió a los hutus sacudirse la hegemonía de los tutsis tras la independencia, hace 35 años. Pero nunca su posición fue tan inequívoca.
Los rumores sobre matanzas de hutus en Ruanda circulan sin cesar por Goma. Los propios militares franceses emiten comunicados referentes a "informaciones" sobre asesinatos masivos cerca de Butare, Gitarama o la frontera con Tanzania.
La verdad devaluada
La verdad en Ruanda es algo tan devaluado como la vida en este hoyo del planeta. Todo puede dar un vuelco en pocos días y hacer de lo falso realidad. La actividad preferida por los reporteros es la búsqueda de fosas comunes recién cubiertas. No hay manera de encontrar nada.Quizá, como muchos prevén, estalle pronto una crisis en el vecino Burundi, donde domina la minoría tutsi, tras los graves enfrentamientos étnicos de los tres últimos días; quizá sea factible, como promete el Gobierno en el exilio, una próxima reanudación de la guerra civil en Ruanda y un victorioso regreso de esos hutus que ahora se lamen las heridas infectadas, hacinados en los campos de la muerte. Como seguro, sólo puede darse que en unas semanas llegarán las lluvias y que las epidemias se multiplicarán.
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