'Operacion Haití'
LA RESOLUCIÓN del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que autoriza a EE UU a "utilizar todos los medios" para expulsar del poder a los generales haitianos que destituyeron en 1991 al Gobierno legal del presidente Jean-Bertrand Aristide y que han aplicado desde entonces una dictadura salvaje, responde a un deseo de amplios círculos de la opinión pública internacional. No obstante, sin la carta del propio presidente Aristide pidiendo a la ONU "una acción rápida y decisiva" es muy probable que la votación de la ONU no se hubiese producido. Concretamente, para España hubiese sido mucho más difícil distanciarse en esta cuestión de un criterio muy general en los países latinoamericanos contrario por principio a intervenciones norteamericanas en la región.El dilema era evidente. La condena al régimen sanguinario del general, Cédras es unánime. Todo el mundo. desea que se acabe con una dictadura implacable que siembra Haití de muertes, torturas y hambre. Sin embargo, el caso de Haití es bien distinto al de Kuwait. Este último fue víctima de una agresión, exterior, exactamente la condición que la Carta establece para autorizar el uso de la fuerza. Pero. la Carta no se refiere a casos de derribo de un Gobierno legítimo por la violencia. Por tanto, en el caso de Haití se han extendido los poderes del Consejo de Seguridad más allá de la Carta, por legítimas que sean las razones que lo han aconsejado.
Esto contribuye a las fuertes reticencias -sobre todo de los países latinoamericanos- hacia lo que consideran un cheque en blanco de la ONU entregado a EE UU para intervenir en el país caribeño. No se debe olvidar que Haití ya ha conocido otra intervención de EE UU. Tuvo resultados lamentables. Se produjo la intervención en 1915, se prolongó casi 20 años, hasta 1934, y concluyó con la instauración de los regímenes duvalieristas, los más, sanguinarios que ha conocido Haití, y de los que Cédras y sus colegas son dignos continuadores. Aristide dirigió el país después durante una corta etapa en la que, a pesar de demagogias, confusiones y excesos izquierdistas, hubo un intento de restablecimiento de un régimen constitucional .Ahora lo esencial es, primero, eliminar la dictadura y, luego, instaurar un sistema viable y respetuoso con la democracia.
Clinton, que lleva varios meses anunciando que EE UU va a poner fin al sistema dictatorial de Haití, ha obtenido en la ONU un éxito relativo. Cierto es que una votación. amplia ha aprobado la resolución presentada por su delegación, que le deja las manos libres para actuar militarmente. Sin embargo, la abstención de Brasil refleja un fenómeno político de con siderable entidad, el mencionado rechazo a la intervención de la gran mayoría de los países latinoamericanos. Washington ha fracasado en su intento de conseguir tropas de otros países, y concretamente de América Latina, para la primera fase de la operación, es decir, la invasión y la neutralización de las fuerzas leales a Cédras. Por tanto, Clinton tiene que, saber, que sus pasos serán observados con ojos atentos y con una exigencia implícita: que la acción para eliminar la dictadura se realice bajo estricto respeto de la resolución de la ONU. No debe surgir siquiera la sospecha de que se utiliza para imponer una servidumbre a Estados Unidos.
La operación en Haití se define, en dos etapas. En la segunda, una vez derrocado el régimen, reinstaurado en su puesto el presidente Aristide y creado "un entorno seguro y estable", la ONU enviará una fuerza internacional para democratizar el Ejército y la policía. ¿Cuándo se producirá el paso a una etapa real mente internacional de la operación? ¿Quiénes participarán? Son cuestiones sobre las cuales reina aún la incertidumbre y deberán ser aclaradas lo antes posible.
Pero quienes critican la resolución como un "grave precedente", que podría dar paso a nuevas intervenciones norteamericanas en otros países de la región, deben. saber que sobran ya precedentes de intervenciones sin acuerdo del Consejo de Seguridad. Y que no hay intervención más justiticada que una que ponga fin a la pesadilla que sufren los haitianos bajo el régimen de Cédras.
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