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Lo exterior

La política exterior ha sido siempre el reino de la política de poder. Por eso Ranke consideraba que ésa y no otra era la verdadera política. Ciertamente que unos, podrán considerar conflicto de intereses y otros que política exterior significa campos de cooperación. Los primeros serán los realistas, y los segundos los liberales. Pero ni los más acendrados liberales, siempre que sean sensatos, podrán negar el elemento de conflictividad que hay en toda política internacional, ni puede olvidarse que el más ilustre realista, Morgenthau, consideraba que la ponderación de los valores, incluidos los éticos, era, un ingrediente fundamental de los verdaderos intereses de los Estados.. Por todo ello, en la política exterior. los Estados contemporáneos han visto, y siguen viendo, un campo de sana conflictividad que, debidamente medida y encauzada, sirve, entre otras cosas, para afirmar la propia identidad y proyectar ad extra tendencias que ad intra podrían resultar más perniciosas.

A mi juicio, el Gobierno español se equivocó con Castiella en los años sesenta y con Fernández Ordóñez en los años ochenta, al elegir el motivo de conflicto, sea Gibraltar,, sea la retirada americana de la base de Torrejón, pero en ambas ocasiones la actitud respondía a este principio fundamental de toda política exterior.

La Unión Europea, como toda organización regional e incluso más, ha añadido a la política exterior de sus miembros un plus de cooperación y reducido la conflictividad, y ello es sin duda bueno para resolver muchos de los problemas que los Estados europeos tienen en común. Pero sólo un ciego puede ignorar que los miembros de la Unión Europea, grandes y pequeños, mantienen incluso en el seno de ésta intereses contrapuestos y desarrollan una política no sólo de cooperación, sino también de conflicto. Así lo ha hecho Alemania en temas tan distintos como la política monetaria o la actitud en los Balcanes; Francia cuando de las negociaciones comerciales se ha tratado, no digamos del Reino Unido; e Italia mantiene incluso reclamaciones territoriales y, consecuentemente, vetos, en la cuenca del Adriático frente a Eslovenia que contradicen otras actitudes e intereses de miembros de la Unión.Por eso yerra ahora el Gobierno español cuando se empeña en reducir su política comunitaria al solo aspecto cooperativo, olvidando que existen conflictos y que la opinión pública, mejor. o peor informada e, incluso, desinformada, lo que puede percibir de nuestra situación en Europa son los conflictos y llegar a desconfiar de la actitud cooperativa de su Gobierno.

Es claro que nadie entiende muy bien la política agrícola común, y el día en que ésta se explique, pese y mida en detalle, se entenderá menos aún. Pero mirando más a la corta, el ciudadano medio, si conserva, como es de desear, algún interés por la cosa pública, no puede comprender que en el conflicto pesquero franco-español, los españoles detengan un buque francés, lo devuelvan y se les reclame una indemnización, mientras los franceses detienen un español, le ponen una multa y, para liberarlo, hayan de pagarla con un anticipo de la Administración. Si el ciudadano medio, para aclararse, escucha las serenas invocaciones españolas a la lógica comunitaria y lee las incendiarias declaraciones oficiosas francesas, lo entenderá menos aún,. y el verdadero europeísmo, que es el que interesa, saldrá más que erosionado. Pero la incomprensión y el euroescepticismo crecerá si llegan a saber que la solución que propugna la Unión Europea es, ni más ni menos, que duplicar con exceso el tamaño de las redes que hoy utilizan los peluqueros franceses y de las que se quejan los españoles.

No se trata sólo de la razón, que es importante, sino que hay también que atender al corazón, sobre todo cuando éste se relaciona con vísceras tan notables como el estómago y el hígado. Una política sólo visceral sería grave error, pero una política angélica es algo peor: una irrealidad.

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