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La vieja disputa de cada año

El conflicto se agudiza desde que los franceses utilizan redes de deriva

Aurora Intxausti

"La batalla no ha hecho más que empezar", así se expresaba el jueves pasado uno de los 5.000 hombres de la costa del Cantábrico que cada año parten a los caladeros del golfo de Vizcaya en busca de bonito. Este pescador se refería al duro enfrentamiento que hace una semana se inició entre los pescadores españoles y franceses y que se saldó con la retención del barco La Gabrielle por parte de los primeros en el comienzo de la temporada de pesca de los túnidos.El motivo que año tras año provoca las disputas entre los sectores pesqueros español y francés son las diferentes artes de pesca que emplean para la captura del bonito. Incompatibles uno y otro sistema en las mismas aguas, y que puede llegar a acarrear graves repercusiones económicas para el sector pesquero español si en el mes de octubre no se obtienen los ingresos previstos -el70% del sueldo anual de un pescador proviene de la costera del bonito-. Los franceses compiten en el mismo mercado que los españoles empleando menos embarcaciones y menor número de tripulantes, pero llegan a conseguir los mismos ingresos que los españoles. Mientras los franceses llenan las bodegas de sus barcos en dos o tres días con las redes de deriva que emplean, los pescadores españoles lo hacen en un periodo que en ocasiones se quintuplica.

"Navegar junto a las redes de deriva es contemplar un cementerio marino", según señala un grupo de pescadores del Cantábrico, porque en ellas quedan enganchados delfines crustáceos, peces espada, cachalotes, tortugas y bonitos. Cuatrocientas embarcaciones del Cantábrico -la mitad de ellas matriculadas en el País Vasco- parten todos los años, llegado el mes de junio, a los caladeros del golfo de Vizcaya en los que durante tres meses obtienen lo que va ser una gran parte de sus ganancias anuales, unas 20.000 toneladas de bonito. Los ingresos obtenidos por la captura rondan los 8.000 millones de pesetas.

Los conflictos en el mar entre pescadores franceses y españoles no son nuevos, pero los problemas se han ido agudizando desde que en 1988 las embarcaciones francesas comenzaron a emplear las redes de deriva, limitadas en la Unión Europea a 2,5 kilómetros de largo. Leyes que no se cumplen, según lo mostrado esta pasada semana por los pescadores en Burela, Lugo, con redes que superan los cinco kilómetros, y los datos que obran en poder de la Consejería de Pesca del Gobierno vasco. "De nueve avistamientos de pesqueros franceses que realizó nuestra embarcación -el Gobierno vasco ha dedicado un barco a vigilar la actividad pesquera en las costas vascas-, siete utilizaban redes ilegales", indicó el viceconsejero de Pesca, José Ignacio Espel. Añade que en varias ocasiones se denunció el tema a la patrullera francesa y "éstos hacían la vista gorda".

En los tres últimos años, las protestas de los pescadores españoles se han ido incrementado, han denunciado la ilegalidad de las redes francesas en todas las instancias comunitarias, estatales y autonómicas. "Todos nos dicen que tenemos la razón de nuestra parte y lo único en claro que hemos sacado es que han fracasado las vías políticas y diplomáticas. No ha funcionado el reglamento de control de las autoridades comunitarias", indica el presidente de la Cofradía de Pescadores de Hondarribia, Guipúzcoa, Esteban Olaizola.Los pescadores españoles defienden el sistema de pesca que ellos emplean -anzuelos con cebo vivo o cañas-, porque se obtiene un pescado de mayor calidad que utilizando redes de deriva. "La muerte de los animales en las redes de deriva se produce por asfixia, lo que provoca que la calidad del pescado sea muy inferior. El valor de ese bonito en el mercado es la mitad del capturado por los españoles", indica el viceconsejero de Pesca vasco. Y añade que la mayor parte de ese bonito va destinado a conserva, porque su sabor es bastante peor. En su opinión, los franceses han cambiado la calidad por la rentabilidad. Un informe de la Comisión de Pesca de la Unión Europea, citado por José Ignacio Espel, indica que para que la pesca con redes de deriva sea rentable se tiene que utilizar como mínimo un kilómetro de red por tripulante y otro más por barco. Sitúan como medida aproximada de rentabilidad para un buque de cinco tripulantes seis kilómetros de red. Frente a la media docena de pescadores que se necesitan en los barcos franceses, en los españoles la tripulación oscila entre las 13 y 15 personas.

El acuerdo alcanzado en Bruselas por los ministros de Pesca de España y Francia tan sólo parece que ha contentado a los firmantes del acuerdo, a tenor de las palabras pronunciadas por pescadores y algunos responsables autonómicos. "Ha sido un parche para intentar salvar la costera, pero no es la solución. Es necesario acabar con el sistema de redes de deriva para no acabar con los caladeros", indica Espel. "Nos han engañado y nos sentimos desprotegidos. La Administración española se ha dejado humillar por los franceses", señalan los pescadores españoles. En España, uno de los mayores consumidores de pescado de la Unión Europea, nos comemos las 20.000 toneladas de túnidos que anualmente cogen los pescadores de la cornisa cantábrica.

El 60% del pescado que se consume en España es importado, y, gracias a ello, Francia ha visto resurgir algunos de sus puertos pesqueros que hasta 1986 estaban prácticamente cerrados. En Francia son muy pocos los ciudadanos que se dedican a trabajar en la mar, señala Espel; el 30% de los pescadores censados en Aquitania son españoles. Y en Hendaya, entre los 32 barcos que salen a faenar, tan sólo hay 14 franceses. El Tratado de Adhesión a la UE en materia de pesca fue "la gran trampa para el sector pesquero español, y, mientras España va en bicicleta, Francia lo hace con un Ferrari", sentencia el viceconsejero.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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