Júpiter
Están apedreando a Júpiter y eso, . incomprensiblemente, nos llena de gozo. No sabe uno hacia donde mirar, si hacia Júpiter o hacia los que miran a Júpiter con un entusiasmo de turistas en un país exótico. Yo no sé si esta lapidación es un asunto nuestro, la verdad, quizá no, sobre todo si pensamos que hemos de ver el espectáculo a través del agujero del telescopio, que es lo más parecido al ojo de una cerradura. Y no es que quiera minimizar el avance cultural que supuso el descubrimiento de este ojo, el de la cerradura, que ha llenado de fantasías eróticas las cabezas de cientos de millones de adolescentes. Pero a estas alturas da un poco de vergüenza continuar asomándose a la realidad desde ese punto de vista. Por otra parte, mientras en las alturas apedrean a Júpiter, aquí al lado, en Italia, un médico ha bombardeado con óvulos previamente fecundados in vitro el útero de una anciana de 63 años y la ha dejado embarazada, violando, según la Iglesia, el proyecto de Dios, de Zeus, de Júpiter, en fin, a quien la pedrea cósmica está dejando por cierto como un Cristo. Ya digo, no sabe uno hacia dónde mirar. Entretanto celebramos con gran alboroto el aniversario de la llegada del hombre a la Luna, un acontecimiento que quizá modificó el curso de la guerra fría, pero que no nos ha hecho más felices porque no somos más sabios desde entonces. La óptica y la mecánica van por delante del pensamiento, como las necesidades sociales van siempre por delante de las decisiones políticas. El caso es que observando los rostros de los que miran a Júpiter por el ojo de la cerradura uno tiene la impresión de que somos extranjeros en un país exótico. El espectáculo es divertido, lo malo es que no tenemos a dónde volver cuando se termine la gira. O sea, que no sabemos aún de dónde venimos.
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