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El Gabinete italiano se tambalea

Se ha evitado la crisis de Gobierno en Italia pero a un precio tan alto que resulta obligado añadir: por ahora. Hace sólo una semana, Silvio Berlusconi parecía el dirigente más seguro del mundo, de su capacidad de comunicación, de la impresión que había causado en los líderes de los siete países más industrializados (Grupo de los Siete), reunidos en Nápoles. Ahora, ha tenido que salir en televisión para asegurar, con evidente sufrimiento, que sus intenciones son honestas y que quienes le acusan de connivencia con la corrupción y los corruptos actúan movidos por oscuras razones de propaganda política.

Uno de sus ministros, Roberto Maroni, de la Liga Norte, titular de Interior, le hace cómplice de un supuesto engaño y sugiere que la única urgencia para la aprobación del decreto regulador de la prisión preventiva es que Berlusconí podía temer que los jueces le anduvieran cerca. Umberto Bossi, el líder de la Liga, su alido-rival, se asocia a esta denuncia.

Maroni y Alfredo Biondi, liberal, ministro de Justicia, se han cruzado también improperios de antología. Pero Biondi descarga, además, sobre Berlusconi toda la responsabilidad de lo ocurrido. "Yo llevé al Consejo de Ministros un proyecto de ley. Fue el presidente el que pidió que la norma fuera aprobada como decreto-ley", declaró ayer Biondi a una radio italiana. Hasta el jefe de Estado, Oscar Luigi Scalfaro, intervino ayer para puntualizar que la firma que puso en el decreto era, prácticamente, un acto obligado para una presidencia no ejecutiva como la suya.

Devolver la confianza

Va a ser difícil sanar todos estos entuertos y restablecer el clima de confianza en una mayoría, que nunca fue sólida. A diferencia de lo que el interesado ha querido hacer creer, la victoria electoral de Berlusconi fue siempre tan limitada como su independencia frente a la Liga. Bossi ha demostrado estos días que está dispuesto a llevar su juego al límite, y que no tiene reparos en esgrimir la posibilidad de una alianza de centro izquierda, alternativa a la actual mayoría.Berlusconi ha tenido que rendirse a la evidencia, pero ha demostrado una notable incapacidad para razonar a la altura limitada de su fuerza parlamentaria. El resultado ha sido un desastre. Entre otras cosas porque ha devuelto un tipo de crisis que los italianos conocieron hasta la saciedad bajo la vieja política. Y la búsqueda de los culpables ha comenzado enseguida.

El primer señalado ha sido el ministro portavoz del Gobierno, Giuliano Ferrara, que, ya cuando trabajaba como presentador en las televisiones de Berlusconi, era conocido por su agresividad y su prepotencia. Lo cierto es que Ferrara ha sido ahora también el más combativo en el asunto de la limitación de la figura preventiva, y el que dijo que el Gobierno dimitiría si el Parlamento no aprobaba el decreto-ley. Esa posibilidad de dimitir Berlusconi, en cambio, probablemente no se la planteó nunca.

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