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París ordena a sus soldados en Ruanda detener por la fuerza la ofensiva final de los tutsis

Enric González

La intervención de las tropas francesas en Ruanda entró ayer en una fase crítica. Las fuerzas rebeldes del Frente Patriótico Ruandés (FPR, mayoritariamente tutsi) conquistaron al fin Kigali, la capital, y Butare, la segunda ciudad del país. En unas pocas horas, el Ejército gubernamental hutu se vino abajo, y los rebeldes vieron a su alcance la victoria final. La reacción del Gobierno francés fue inmediata. Sus soldados en Ruanda recibieron la orden de crear una gran "zona de' seguridad" para refugiados y frenar, por cualquier medio, el avance del FPR hacia el oeste.

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Los soldados del FPR caminaban jubilosos por las calles de Kigali abrazados a familiares y amigos que habían dado por desaparecidos. No había mucha gente para recibirles en las calles, pero en el complejo religioso de la Sagrada, Familia, un campo de la muerte para centenares de tutsis amenazados por las milicias hutu, la alegría se desbordó. "Me siento feliz, hace mucho tiempo que soñaba con caminar por las calles de Kigali", declaró ayer el coronel Frank Mugambe, uno de los jefes rebeldes. Mientras tanto, unos 150 paracaidistas y dos compañías de legionarios tomaron posiciones anoche en Gikongoro, una población estratégicamente situada sobre la principal carretera ruandesa.La Operación Turquesa fue iniciada, hace doce días, con una finalidad humanitaria, definida por la resolución 929 del Consejo de Seguridad de la ONU. Los 2.500 soldados franceses desplazados a la frontera de Zaire con Ruanda podían utilizar cualquier medio a su alcance para detener la matanza de civiles. Ayer, ante la inminencia de la victoria completa del FPR, el. Gobierno francés propuso a la ONU la creación de uña gran "zona de seguridad" en el suroeste, del país y, sin esperar respuesta del organismo internacional, empezó a establecerla por su cuenta.

. Los soldados franceses recibieron órdenes de defender con las armas, en caso de necesidad, el área de refugio establecida en el cuadrante suroeste de Ruanda. El objetivo era, según el Ministerio de Exteriores en París, "salvar las vidas de decenas de miles de hutus y tutsis, desplazados por la guerra y las matanzas hacia la frontera con Zaire".

La nueva estrategia francesa era, cuando menos, discutible. El avance del FPR no suponía una amenaza lo bastante directa sobre la población civil como para justificar el uso de la fuerza, y en cambio parecía vulnerar una de las condiciones de la resolución 929: la de no interponerse entre los bandos ni influir en el resultado de la guerra.

Con la proyectada "zona de seguridad", Francia establecía un refugio para las tropas gubernamentales en desbandada y dividía el territorio ruandés. Un portavoz del FPR en París mostró ayer su sorpresa ante el hecho de que la operación humanitaria francesa hubiera derivado hacia "la creación de un refugio que será utilizado, entre otros, por los culpables del genocidio cometido sobre los tutsis, y que permitirá mantener la ficción de un foco de resistencia gubernamental, con el que nos pedirán que negociemos".

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El FPR puso objeciones desde el principio a la intervención francesa, por los estrechísimos vínculos que durante años habían mantenido París y el gobierno extremista hutu de Kigali, cómplice, si no impulsor directo, del genocidio cometido durante los tres últimos meses sobre la etnia minoritaria tutsi.

Por otra parte, la decisión del Gobierno belga, anunciada ayer, de retrasar el envío prometido de un equipo médico para apoyar la Operación Turquesa, contribuyó a debilitar aún más la credibilidad de la acción francesa.

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